NUEVOS ESCENARIOS
Todo lo que tiene un principio tiene un final. Igualmente válido cuando se trata de finalizar décadas de acciones que en su resultado, solo lograron subvertir el orden establecido mediante la degradación de los valores y de las costumbres de nuestra sociedad. En cincuenta años las Farc-ep han sembrado violencia, desolación, atraso y negación de opciones válidas para pensamientos transformadores y de cambio constructivo. Bueno que esa época luctuosa termine y las Farc-ep busquen una opción de poder, mediante el ejercicio de la política fundamentada en la dialéctica y no en las balas.
Su cambio de actitud no se debe al arrepentimiento ni a una depuración de sus conciencias, sino a una nueva estrategia que interpreta el mundo actual y reacciona positivamente a la acción comprometida y valiente de la Fuerza Pública.
Los avances que en los últimos meses han tenido las conversaciones en La Habana, sumado al apoyo de las Naciones Unidas, la Unión Europea, la OEA, el Celac, y el Gobierno de los Estados Unidos, entre otros, reafirman la esperanza de hacer realidad un buen propósito.
Aunque falta mucho por concertar y creo que la firma del acuerdo final no será posible en la fecha anunciada por el Gobierno, estoy convencido de ver la luz al final del túnel. De los seis puntos de la agenda, tres están acordados (con algunas salvedades), y tres en discusión. Los primeros corresponden a temas atinentes a las interrelaciones sociales. Los faltantes son precisamente los que afectan a los actores enfrentados directamente en el conflicto bélico y a aquello que incidirá en sus vidas individuales. Ello hace que la conversación se vea afectada por sentimientos de autoprotección, solidaridad grupal y, ojalá no, más emotividad que racionabilidad.
No solo el cese al fuego, sino de hostilidades y el de entrega de armas (o dejación de ellas en manos de un tercero), son condición sine qua non para la finalización del conflicto armado. Cuando ello suceda, será evidente que la fuerza de la palabra ha adquirido preeminencia sobre la capacidad intimidadora del fusil.
Si la intención de las Farc-ep es sana y obedece a una ambición justa de tránsito a la vida democrática, como quisiéramos creer, es indispensable que la Mesa avoque el análisis de las recomendaciones de la Comisión Técnica respectiva y decida sobre la metodología, los tiempos, el acantonamiento de los subversivos que se acojan a lo acordado, el juego de derechos y deberes, como también los procedimientos para garantizar la protección de sus vidas y la efectiva incorporación o reincorporación de los desmovilizados a la vida social.
En el mismo orden de ideas, es necesario que las Farc-ep expliquen al país lo que es su “Plataforma Bolivariana por la Nueva Colombia” y aclaren su negativa a la desmovilización, como lo expresó Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, en una entrevista reciente. Para mí la desmovilización del movimiento armado es imperativa, como paso previo a la movilización hacia movimiento político.
Todo ello para concluir que el horizonte para el país es cada día más claro y que si la finalización del conflicto bélico interno se concreta, las Fuerzas Militares tendrán un aligeramiento en su pesada carga de mantener el orden y la institucionalidad, pero los partidos políticos recibirán parte importante de esa carga y se verán, si quieren ser exitosos, obligados a abandonar las malas costumbres y mejorar sus plataformas ideológicas en nuevos escenarios, donde la izquierda fortalecida tendrá mayores oportunidades.