Columnistas

Nutrición y desarrollo van de la mano

09 de diciembre de 2017

Por Piedad Patricia Restrepo*

La semana pasada presentamos el Informe ¿Cómo va la primera infancia en Medellín?, con un análisis de las condiciones que inciden en el desarrollo integral de los niños y niñas menores a los seis años, realizado por Medellín Cómo Vamos, fruto de la alianza con la Fundación Éxito, Proantioquia y Fundación Sofía Pérez de Soto.

El Informe toma el enfoque de la Política Pública de Desarrollo Integral de la Primera Infancia del país “De Cero a Siempre”, basado en una perspectiva de derechos. Esta perspectiva se manifiesta en la vida cotidiana de la primera infancia en siete realizaciones, entre ellas están el que los niños y niñas vivan y disfruten del nivel más alto posible de salud y gocen y mantengan un estado nutricional adecuado.

Entre los resultados más sobresalientes del informe estuvieron que en Medellín la población vulnerable en primera infancia ha venido descendiendo a partir de 2013. Así, entre 2009 y 2016, la primera infancia vulnerable pasó de representar el 70 % a un 59 %. Lo anterior ha sido posible, en gran parte, gracias a que Medellín entendió de tiempo atrás el reto que enfrentaba y decidió, de forma pionera en el país, idear el programa Buen Comienzo que, bajo un enfoque de atención integral, se focalizara en la población más vulnerable.

Aunque este avance es importante, Medellín presenta un nivel de vulnerabilidad en su primera infancia más alto que Bogotá y Cali, doblando la cifra de ambas ciudades en 2016.

Una mirada más detallada permite obtener las principales barreras de acceso a una atención integral para la primera infancia en la ciudad. Según los resultados del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) en la dimensión de barreras de acceso a la primera infancia, en 2015 (16,9%) y 2016 (15,8%) se presentó un porcentaje más alto de hogares con niños en primera infancia con esta privación en relación con el periodo 2012-2014. Las condiciones nutricionales reportadas en los hogares son las que influencian casi en su totalidad el IPM. En 2015 y 2016 se presentó un deterioro en esas condiciones percibidas, aumentando el porcentaje de niños y niñas que enfrentaron carencias alimentarias.

Las condiciones alimenticias reportadas para la primera infancia en los últimos años deben ser objeto de atención prioritaria, en tanto aún tenemos un porcentaje relativamente alto de desnutrición crónica. En 2016 un 7,1% de los niños en primera infancia tenía desnutrición crónica, esto es, baja talla para la edad, mientras para el caso de los menores de dos años, un 21,6% estaba en riesgo de tenerla. Esta desnutrición es la que da cuenta de condiciones de privación de alimentación apropiada por largos periodos de tiempo, lo que propicia una mayor probabilidad de sufrir enfermedades que afecten el desarrollo físico y mental de los niños.

En consecuencia, será necesaria una apuesta decidida y más ambiciosa en las metas de reducción de la desnutrición, especialmente de la crónica, por su mayor incidencia en la ciudad, lo que implicará acciones focalizadas en la población de mayor vulnerabilidad, que hoy están expuestos al riesgo de alterar para siempre su máximo potencial de desarrollo . n

* Directora de Medellín Cómo Vamos.