PADRE BUENO
No es fácil la comprensión entre seres humanos. Una razón simple: fácilmente queremos equipararnos con Dios; sobrepasarlo.
El evangelio hoy presenta 3 parábolas con todo el sabor “del ser de Dios”. Hablan del cuidado esencial por todos: la oveja perdida. Del valor de la persona humana, quienquiera que sea, especialmente cuando está perdida..., y finalmente: del Padre Misericordioso, que mal interpretamos centrándonos en seres humanos, debilitando la atención al rostro del Padre (Dios) en su bondad-misericordia.
Apliquemos esto a nuestro tiempo. Aparte de cualquier decisión que en pleno derecho y libertad de conciencia se pueda tomar frente al plebiscito, los colombianos debemos tomar posición frente a la búsqueda de la paz, de forma positiva y permanente. Es nuestra convivencia y la vida de todos..., la que está en juego por la responsabilidad y magnanimidad de nuestras decisiones.
Escuchamos todo tipo de reacciones, algunas desconcertantes, incluso viniendo de personas, de las que esperaríamos una orientación positiva, por estar llamadas a ofrecer inspiración humana y espiritual; a reflejar más que sus dudas y sospechas, la fuerza de la misericordia de Dios, entre nosotros.
Es tal la polarización, que nos lleva incluso a sentirnos indignados cuando tratamos este tema: la búsqueda de la paz. En ocasiones se presenta como “tema obligado”, pues, no queremos asumirlo porque experimentamos, en nombre de la “justicia”, sentimientos de odio, venganza y cerrazón; en los límites de ruptura y destrucción. Parecemos “vacunados”, para hablar de bondad y misericordia, de vida común, en convivencia y paz, entre los colombianos.
Partimos de un punto común: “todos queremos la Paz”. Esto que parece una certeza evidente, no es cierto; pues, luego de muchos discursos a veces poco razonables y muy apasionados, lo que resulta evidente, es no querer la paz, buscando sostener con posiciones ideológicas: “todos queremos la Paz”.
Queremos la paz, con justicia y sin perdón porque sería impunidad. Este discurso es válido pero relativo. Desconoce toda la historia de las víctimas que el conflicto ha dejado y lo mantiene abierto para seguir sumando víctimas y ofrecerlas, al dios de la violencia, de la guerra..., muerte y destrucción.
¿Cómo buscar la paz, después de cesar un conflicto armado que es lo pactado en La Habana, si tenemos temor a “ser engañados” y repetir la historia? ¿Cómo querer la paz, con tan pocas cosas claras, seguras? Ante tanta inseguridad y miedo, ¿quizá lo mejor sería abandonar todo lo caminado? ¿Volver al camino, trágico, de sumar más muertos y víctimas en nuestro país? La propuesta Evangélica de paz, implica correr el riesgo de perder la vida para que otros la tengan. Esto quizá no sea justicia, pero es misericordia. Revela el rostro del Padre misericordioso y no el del Hijos, que destruyen anticipadamente la vida del Padre, única fuente de toda vida.