PAÍS DE RUPTURAS
Alberto Velásquez Martínez es un hombre admirable que ha dedicado su pulcra vida a actividades profesionales como economista, periodista, historiador, político, literato y diplomático; se trata de un notable estudioso que en medio de su envidiable laboreo intelectual ha publicado trece libros e incontables columnas periodísticas en las áreas de su especialidad, en los que aflora un artesano de la palabra que maneja el idioma con una suficiencia envidiable. Para corroborar lo expresado, basta leer su nuevo y muy bien editado libro “Colombia: país de rupturas” en el cual invita al lector a hacer un recorrido histórico por los senderos de la Patria surcada de dolor, difuntos, derramamientos de sangre, contrastes y muy pocos espacios para la alegría.
Por ello, inicia su exposición con el examen de las aciagas épocas de la conquista, la colonia y los comuneros, caracterizadas por la manifiesta brutalidad y la codicia de los españoles; y, luego, se vuelca en los doscientos años de vida republicana para mostrar el viacrucis construido gracias al fanatismo político y religioso, que ha sido el motor de esta sociedad desarreglada. Todo ello, para llegar hasta el tiempo contemporáneo donde describe a un país infecto, paramilitarizado, con su justicia en manos de carteles de la toga, etc., incapaz de construir la paz porque han primado la mentira, la vanagloria, o los intereses egoístas de los actores, y para nada se tiene en cuenta al colectivo social.
No en vano, la publicación aparece cuando se celebran los setenta años del Bogotazo hecho que, como advierte el autor, no dividió la historia del país en dos según suele afirmarse, porque las vindictas nos han acompañado a lo largo de toda la vida republicana; aquí, pues, el lector encuentra un testimonio más de un hombre sabio y erudito, fino observador del acontecer nacional, magnífico padre, ciudadano y ser humano, que confecciona un legado libertario para las nuevas generaciones llamadas a construir una sociedad distinta.
En esa línea de análisis, bien relevantes son los espacios que dedica al surgimiento y desarrollo del llamado Frente Nacional que no duda en calificar como “la más práctica y realizable salida para el momento, en medio de tanta confusión y tanto sectarismo homicida”; y, por supuesto, a ese doloroso periodo durante el cual –desde la llamada bonanza marimbera de los años setenta– ascendieron los grupos criminales mafiosos dedicados al tráfico ilegal de drogas, con sus secuelas de crímenes, corrupción y destrucción de las incipientes instituciones. Por ello, al aludir a este último fenómeno, señala que la gran tragedia del país fue la aparición de la coca.
El texto en examen es, pues, un muy bien logrado boceto de nuestra quejumbrosa historia que ha sido escrito de forma sencilla, directa, franca e inteligible, documentado e investigado con harta suficiencia (aunque el lector encontrará que las múltiples fuentes empleadas están implícitas); desde ese punto de vista, entonces, la obra es una atinada contribución para reflexionar sobre nuestra tradición y que mucho ayuda a echar las bases futuras de esta cruda sociedad que no puede repetir los mismos yerros, si es que se pretende erigir como una verdadera democracia comprometida y sensible con el dolor humano.
En fin, después de hacer una lectura pausada de las doscientas diecinueve páginas del trabajo, se debe concluir con su autor que este es un país de auténticas rupturas y lleno de tropiezos, desatados por incontables luchas fratricidas que parecen no llegar nunca a su final. Por supuesto, las preguntas de cara al porvenir son las siguientes: ¿seguiremos de rompimiento en rompimiento, hasta que un día cualquiera podamos darnos cuenta de que es necesario emprender un camino sin odios y venganzas que permita luchar por una sociedad armónica y con justicia social? Y, por supuesto, ¿si seremos capaces de darnos una organización comunitaria madura, con unas instituciones fuertes, donde los odios partidistas y los sectarismos religiosos queden de una vez por todas erradicados?.