Columnistas

Palomino, un General que no es lo general

14 de diciembre de 2014

Era un día muy frío, característico de ese clima de Bogotá. Aunque había pasado poco tiempo desde que me les había fugado a las Farc, no recuerdo la fecha ni el día, solo sé que me había comprometido a estar en Las voces del secuestro, el programa que los secuestrados escuchábamos en la selva y que transmitía Caracol Radio todos los sábados a la media noche. Allí me encontré con otros exsecuestrados: John Frank Pinchao, Clara Rojas y Alan Jara. Nos convocaron en la Plaza de Bolívar para que, conjuntamente, manifestáramos nuestra solidaridad con los secuestrados que aún permanecían en manos de las Farc.

En ese acto conocí al general Rodolfo Palomino López, quien sin ser invitado se mezcló entre la multitud y, abriéndose paso con dificultad, llegó hasta nosotros y nos dio un abrazo. Fue una imagen memorable verlo llorar como un niño mientras en un inconfundible y largo abrazo, se enlazaba a la espalda de doña Emperatriz de Guevara, madre del coronel Julián Ernesto Guevara, también secuestrado por las Farc y al que tras una grave enfermedad, dejaron morir en la selva —incluso hay quien señala que fue asesinado porque lo veían como un encarte—. Allí los exsecuestrados tuvimos la mejor impresión de la condición humana del General, que lleva 37 años en la Policía.

Me viene a la mente este hecho, por los últimos acontecimientos con miembros de esa institución que hoy está al mando del general Palomino. Lo sucedido en Gorgona, por ejemplo, es triste y reprochable. Allí el Frente 29 de las Farc hirió a varios policías y asesinó al teniente John Suárez. Todo ello por un policía infiltrado, que entregó información clave para el ataque.

A ello se le suma la captura, en Medellín, de 19 policías implicados en redes de narcotráfico. En Urabá también hubo capturados por extorsión. Y para completar: capturaron al coronel antinarcóticos, Néstor Maestre, que logró engañar a la DEA y al propio general Palomino, quien lo investigó y descubrió que hacía pasar grandes cargamentos de droga.

Palomino, en su afán de purificar esa institución que muchos colombianos apreciamos, ha destituido a 234 uniformados. En una institución tan grande, se reconoce la dificultad para evitar hechos tan graves, pero con lo ocurrido en los tres últimos años, se está rebosando la copa. El General es un hombre bueno y transparente, al que le duele todo esto. Es tal vez ese mismo dolor, arraigado en su sentido de pertenencia, el que sintió cuando acudió a la Plaza de Bolívar para acompañarnos a los exsecuestrados y a doña Emperatriz.

Por ello el país debe acompañar al general Palomino. Él se la está jugando para descubrir y castigar a esas “manzanas podridas” que manchan la transparencia obligada de una institución como la Policía. He sido crítico en esta columna con ciertos personajes e instituciones que tienen un proceder cuestionable, e inclusive con la Policía de Carreteras, otra manzana que preocupa. Pero quiero a través de este espacio invitar a la ciudadanía a exaltar y respaldar a los hombres y mujeres que como él pertenecen a la Policía, recordarles su compromiso ético no solo con su institución y consigo mismos, sino también con ese General que no es lo general, que encarna una valiosa excepción de ética y trabajo consagrado.