Columnistas

“Papás simplemente amigos”

21 de junio de 2015

“No me mandan mis papás, me va a mandar usted”. A esto, la menor de edad que habían capturado delinquiendo le agregó un montón de palabras de grueso calibre que el general Luis Eduardo Martínez Guzmán, por respeto y educación, no fue capaz de repetirme. Pues esta escena pasó cuando el General era Comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá. Pero pudo haber ocurrido en cualquier rincón de Colombia.

El General me decía que uno de los grandes problemas del país era que se había perdido la práctica de una autoridad razonada que se originaba en el núcleo básico de la sociedad: la familia. Que se había perdido el respeto y que había una grave crisis de valores, cimiento de una comunidad.

Hoy, Día del Padre, quiero retomar el tema. Se habla mucho de los derechos, pero poco de sus deberes correlativos. También, del libre desarrollo de la personalidad y de que los papás deben ser amigos de sus hijos.

Nadie niega que haya amistad, pero en un marco de autoridad y respeto. Porque muchos padres de familia les tienen miedo a sus hijos y estos imponen las pautas y acaban por hacer lo que les viene en gana, ante el silencio temeroso de sus papás.

Los hijos deben ser educados partiendo de la idea de que sus padres son la autoridad primera a quienes ellos deben obedecer, de que sus padres ponen las reglas y las hacen cumplir. Obvio que manteniendo un diálogo fluido con sus hijos para decirles las razones por las cuales deben hacer o no hacer algo.

Los padres -papá y mamá- tienen que castigar, si un hijo les falla. Sin violencia, deben imponer sanciones que sean cumplibles y sostenerse en ellas. Nada de imponer castigos imposibles de cumplir, porque pierden autoridad.

Recuerdo a un papá ejemplar que enseñaba que él no prohibía aquello que los hijos hacen por naturaleza en su exploración del mundo, pero que les decía de los peligros y cautelas que debían tener: montar en bicicleta, subirse a un árbol... Eran otros tiempos, pero la reflexión es válida hoy en esos y una cantidad de temas que trae la globalización y el avance vertiginoso de las comunicaciones, que “maduran” prematuramente a los hijos. Pensemos en la sexualidad. En tal caso hay que hablar de la responsabilidad para no enfermarse, no traer hijos al mundo cuando los progenitores no han llegado a la adultez, generando hogares incompletos o disfuncionales e hijos que no tienen quién los forme para la vida.

Los papás no pueden desautorizarse entre sí ni desautorizar a los maestros de sus hijos. Si hay alguna inquietud, hablen con discreción con el maestro para que no haya una pérdida de autoridad. Entre el hogar y el plantel educativo debe haber una comunicación permanente y armónica.

Me preocupa lo que llamo “la cultura mafiosa”. Hoy el éxito, en muchos casos, se mide por lo que se tiene y no por lo que se es. Hay poca austeridad. Los niños y jóvenes y hasta los papás, quieren tener lujos que antes no se buscaban. Y lo peor: los quieren pronto. No hay la conciencia de que los bienes se consiguen poco a poco y que hay lujos irritantes en una comunidad en que tantos carecen de casi todo. Por eso somos una sociedad inequitativa en donde pocos tienen demasiado y la mayoría carece de lo esencial para vivir dignamente.

Falta mucha solidaridad que es la incapacidad de sentirse bien, de ser felices, si quienes nos rodean no se sienten bien, no son felices. La solución es ser solidarios y compartir lo que se es, se sabe y se tiene con quienes carecen de lo esencial para vivir dignamente. Pero, todo esto se aprende en el hogar y en el ambiente, incluidos los medios de comunicación, tan avanzados en tecnología pero tan poco conscientes de su papel formador.