Columnistas

¿Para qué sirven las universidades (II)?

17 de septiembre de 2018

Querido Gabriel,

En 1963, John Kennedy dijo en Amherst College: “¿Qué sentido tiene una universidad si no sirve a un gran propósito nacional?” ¿Usamos esta frase para inspirar una segunda tertulia sobre las universidades? Me quedé con ideas pendientes la vez pasada[1]. Solo las analizamos desde la experiencia de los estudiantes. Era necesario: no habría universidad sin ellos. Sin embargo, quisiera proponerte que vayamos un poco más lejos. ¿Será que tus amigos académicos, empresarios, intelectuales y artistas, pueden ayudar?

Te propongo partir de esta pregunta: ¿quién es el cliente de la Universidad? Sé que decir “cliente” es polémico, pero al mismo tiempo abre una magnífica discusión. Podríamos aproximarnos a una respuesta diciendo primero quiénes no lo son. Mi opinión es que los clientes de las universidades no son las empresas, tampoco los estudiantes y muchísimo menos los padres de familia. Todos ellos son importantes, pero ninguno podría ocupar por completo ese lugar. ¿Por qué? Primero, porque la educación no puede ser solamente para el trabajo en las empresas, sino para la vida misma. Segundo, porque los hijos no pertenecen a los padres. Tercero, porque transarnos en que son los estudiantes, porque toman una decisión, nos dejaría en medio de una perspectiva limitada e individualista de la educación. Las universidades no solo sirven para educar, ni sus resultados son únicamente individuales. ¿Dónde quedan la investigación y la creación artística, que disfrutamos todos? ¿Dónde las vidas y comunidades que se transforman por diferentes razones alrededor de un buen claustro? Así, llegamos de nuevo a lo que propuso Kennedy, el cliente es la sociedad, con una diferencia. En su época eran muy importantes las naciones. Aún hoy lo son, pero ¿no crees que ahora es más importante la comunidad humana, o incluso el planeta tierra, con todos sus viajeros?

Por otro lado, si hemos de tener un propósito, ¿qué tal si es grande y hermoso? El de MIT, por ejemplo, es formidable en lo primero. Hace referencia al impacto que tiene en la economía global vía el emprendimiento. Su última encuesta, de 2014, cuenta que, si fuera una economía, habría creado 4.6 millones de empleos, tendría 30.200 empresas, y que, con 1.9 trillones de dólares en ingresos, sería la décima economía del mundo.

Me entusiasmó a este respecto la Universidad de Wageningen, especializada en alimentos sanos y medio ambiente. ¡Un gran ejemplo de poesía institucional! Su propósito declarado es: “Explorar el potencial de la naturaleza para mejorar la calidad de vida.” Es humilde al no pretender saberlo todo y reconocer que para aprender hay que explorar; es bello en su brevedad de haiku; es optimista al referirse al potencial de la naturaleza; es idealista al proponerse mejorar la calidad de vida. Es global: desde un pequeño poblado holandés, trabaja para el mundo entero.

http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/para-que-sirven-las-universidades-MC9260961

¿Te imaginas trabajar, estudiar o enviar a tus hijos a una universidad que además de ofrecer una experiencia de vida transformadora, se proponga hacer un aporte significativo a la vida en este mundo? Usemos como apertura de la tertulia, algo que dice Juan Luis y reiteró Drew Faust, la presidenta de Harvard saliente, en su discurso de despedida. “En su más pura esencia, las universidades son acerca de la esperanza, acerca del futuro.”