Columnistas

PARTIR EL PAN

16 de abril de 2018

Este gesto de Jesús ha pasado a definir la Eucaristía, el sacramento de la comunión con él y el de la comunión con los hermanos. Es el gesto que permite reconocer su presencia en medio de una comunidad llamada Iglesia.

Hoy se nos da el Evangelio de los discípulos de Emaús, aquellos que reconocieron a Jesús “al partir el pan”. El pleno reconocimiento de Jesús se da en este gesto típico de la Eucaristía: el que había sido invitado a cenar es quien parte el pan y se los da. En este momento lo reconocen, cuando él desaparece.

Los ojos que se le han abierto son los de la fe. La relación del discípulo con el resucitado no es de signo sensible -ver y tocar-, sino que se establece a través de la escucha de la palabra y de la celebración del sacramento.

Los que han reconocido a Jesús se convierten en testigos: se levantan inmediatamente de la mesa y tienen que ir a comunicarlo.

Los discípulos vuelven a la comunidad. Habían salido de Jerusalén abandonando a los hermanos y ahora regresan, alegrándose de que tanto ellos como los que se habían quedado en Jerusalén hayan reconocido al Señor Resucitado.

Como los discípulos de Emaús, nosotros vamos cargados con la vida a la eucaristía, con las experiencias vividas, buenas y malas, y Jesús ya estaba con nosotros, caminando con nosotros. La palabra de Dios que escuchamos ilumina nuestra vida, aquella experiencia que nos duele o nos da esperanza, ella le da sentido a lo sensible de nuestra vida.

El sacramento, la “fracción del pan”, nos abre los ojos y reconocemos a Jesús presente. Salimos enseguida a comunicarlo y descubrimos que también se ha hecho presente en otros lugares. Viviremos en su presencia durante toda la semana con la bendición y la misión.

Salir de la Eucaristía cada domingo es salir con el alma llena de nuevo vigor, con entusiasmo, llenos de Dios a proyectar nuestra fe, a dar un testimonio vital. Viva el Domingo día del Resucitado.