PEQUEÑO REBAÑO Y LA GRAN PERSECUCIÓN
Las ovejas de Jesús son aquellas que reconocen y escuchan su voz, que lo siguen. Nadie puede comprender a una persona sin una elemental simpatía hacia ella. Es una verdad que aparece siempre en el discurso del Buen Pastor. Aquellos que intentan con plena sinceridad y verdad un conocimiento de Jesús y una adhesión a sus palabras y obras, terminarán por creer, por tener el verdadero testimonio de sí mismos (1 Jn 5, 10); un testimonio no deducible de puras premisas de la lógica humana.
No se trata de un conocimiento teórico, sino de un conocimiento profundo, de una comunión de vida y amor, de una relación de amor entre Jesús y el creyente. Estas ovejas reciben de Jesús la vida eterna. Es el Pastor que da la vida por las ovejas. Es la “vida eterna” porque es la vida que Jesús ha recibido del Padre, y la da para que las ovejas la posean también. Las ovejas tienen la misma vida del Padre. La confianza debe ser total: nadie puede quitar la vida del Padre. De hecho, aquellos que creían arrancar la vida de Jesús, lo único que han conseguido es que Jesús realizara el designio del Padre: la donación de su propia vida.
El Apocalipsis nos ayuda a entender mejor esta imagen añadiéndole la del Cordero. El Cristo que, como Cordero, ha sido inmolado en la Cruz, es el que mejor puede decir que es nuestro Pastor. Precisamente porque se ha entregado voluntariamente por todos, puede ir delante, guiar y dar la vida por sus ovejas.
El retrato del Buen Pastor queda enriquecido además con diversos matices. Él nos conoce por nuestros nombres, nos da la vida, nos guía y nos defiende, nos purifica con su Sangre: “el Cordero será su Pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas”.
Es este Cristo Pastor el que nos acompaña en nuestro camino, nos llena de esperanza y optimismo. Si nos llamamos cristianos es porque creemos en él, porque queremos seguirlo y escuchar su voz, porque estamos convencidos de que solo Él nos da alimento de vida eterna. A pesar de las dificultades del camino, que no nos faltan, seguimos siendo “pequeño rebaño” y todavía estamos en “la gran persecución”. Pero su presencia, su palabra y su alimento nos dan fuerza para todo.
No olvidar hoy la mediación de los que Él ha querido poner también como “pastores” al frente de su Iglesia: esta mediación eclesial, que por definición es débil, porque es humana, la ha querido así el mismo Cristo para que siga llegándonos su Palabra y su guía Pastoral. Feliz día del Buen Pastor.