Columnistas

PERDER LA FE EN LAS INTITUCIONES

18 de diciembre de 2017

“Las instituciones proporcionan una infraestructura que sirve a los seres humanos para crear orden y reducir la incertidumbre”. Douglas North.

Si algo parece instalado en Colombia como parte de nuestra cotidianidad es la poca fe y confianza que tenemos en nuestras instituciones. Es terrible, porque son las reglas de juego que tenemos para nuestra vida en sociedad, son la materialización de la forma en que creemos que debemos funcionar. Y si las reglas de juego no están claras, si no creemos en ellas y pueden ser acomodadas al antojo de quien ostente el poder, pues estamos jodidos. Empezamos a perder la fe. Contrario a la afirmación de North que encabeza esta columna, en nuestro caso parece que las instituciones producen es desorden e incertidumbre, pues muchas veces no se sabe qué esperar de ellas y se sienten sujetas a los caprichos de quien las rige.

El primer problema que tenemos para tan lamentable situación es la profunda división del país. No tenemos un proyecto común, no somos capaces de encontrarnos en un terreno donde sea posible construir. Por el contrario, cada día lo que hacemos es irrespetarnos, enfrentarnos, agredirnos, insultarnos. Gran parte de los líderes políticos del país se han dedicado sin clemencia a este ejercicio, a profundizar la división. Y eso lo hacen porque hay terreno fértil para esta tarea, porque hay una gran parte de colombianos a los que les gusta la agresión, que la han entendido como una forma de relacionarse en sociedad, que suponen que es la forma adecuada de actuar. Y en ese bonche pues va apareciendo la justificación para poner la institucionalidad, las reglas de juego compartidas, al servicio de un bando específico sin contemplación alguna.

Acompañando la división está como segundo problema, también exacerbada por los liderazgos políticos, la dificultad de ceder, de tratar de entender al otro, de ver posible una solución consensuada. Acá cada uno parece que se quisiera llevar el punto. Así no se construye una sociedad. Es imposible construir una nación en paz si no estamos dispuestos a entender que este artificio que llamamos sociedad, cruzado por diversas ideologías y formas de pensar, es precisamente un imaginario sin verdades absolutas, necesitado de permanentes acuerdos. Y esos acuerdos son los que fortalecen la institucionalidad. Por lo menos eso creo, porque otra solución en estos imaginarios es matarnos hasta que no quede ninguno, que también ha sido una alternativa practicada en la historia de la humanidad.

Y claro, al no tener un acuerdo de sociedad compartido el resultado es que cada quien vaya buscando su camino, que prime la individualidad sobre el colectivo, arremetiendo así contra las reglas de juego comunes. Así es como se compran elecciones, así es como llega la corrupción al poder, así es como se pone al servicio de unos cuantos la institucionalidad. No hay confianza.

Si algo debería hacer el próximo presidente es un esfuerzo denodado por unirnos y fortalecer así las instituciones. Debe pensar en cómo lograr que depongamos nuestros odios y nos atrevamos a soñar todos con un país diferente, donde quepamos todos. Y por supuesto permitir que lleguen a la institucionalidad personas íntegras.