Personas de bien salvarían las cárceles
Las cárceles y los presos vuelven a ser foco de atención: en esta ocasión, con la puesta en escena de una tragedia programada con final feliz, como de cuento de hadas (para no creer).
Los ingredientes básicos son: las cárceles se están pudriendo, la corrupción se extiende a todo el sistema penitenciario, los presos sufren, nada funciona, y surgen unos aparentes altruistas que lo salvan todo.
Hace unos meses se ha estado escenificando el caos: el INPEC es un olla podrida, los guardianes tienen muchos sindicatos, la ANI no logra construir una casa de cartón (y es una olla podrida), la USPEC (un embeleco de reciente creación) también es una olla podrida, los presos son violentos y destruyen todo, las cárceles se están cayendo, no hay dónde meter a tanta gente y más...
Muchas de esas consideraciones son ciertas. Lo han sido durante décadas. Nada es nuevo. La crisis carcelaria es un estado de cosas inconstitucional que se normalizó. Desde su proclamación oficial, hace dos décadas, la situación inhumana e indigna de las personas privadas de libertad nunca ha sido superada.
En los últimos días de 2018, cuando todo funcionaba a medias y no se ponía atención a lo que se decía, apareció el héroe de esta tragedia calculada: el sector privado. El 28 de diciembre de 2018, Día de los Inocentes, se dio a conocer que “la Confederación Nacional del Gremio de Seguridad Privada ha venido construyendo una propuesta para enfrentar el problema del hacinamiento carcelario, la reincidencia de quienes han estado privados de la libertad y cómo reducir los costos de mantenimiento de los reclusos”.
¡Y así, de la nada: la salvación!
Un buen hombre con buenas intenciones dice tener la receta para resolver lo que está mal con la prisión colombiana. En una especie de publirreportaje en El Espectador (https://www.elespectador.com/noticias/politica/la-propuesta-para-enfrentar-el-hacinamiento-carcelario-articulo-831493), Miguel Ángel Díaz, presidente de esa confederación, declaró: “Llegó el momento de que este país vaya a orientar su camino para los próximos veinte o treinta años. Y las personas de bien nos organicemos para dar salida a problemas endémicos que hemos venido soportando generación tras generación”.
Él y los suyos, desde lo más insondable y misterioso, traen la cura al “problema endémico”. Dijo, entre otras cosas, que el problema se soluciona con 1,2 billones –de pesos colombianos, asumo–; que el sector privado le quitaría ese problemita al Estado; que podrían construir una treintena de establecimientos carcelarios; que inyectarían racionalidad y eficiencia al sistema carcelario. Si los dejan, pondrían a todos los presos a trabajar o estudiar, cumpliendo “con el objetivo romántico y soñador del sistema carcelario: la resocialización en las cárceles”. No siendo suficiente, prometió que si les dan la oportunidad de mostrar su receta, evitarían la reincidencia. ¡La fórmula es fantástica!
El discurso salvador y mesiánico de este sector está lleno de exageración y mentira. Esconde el elemento central de su propuesta: ganar plata. El sector privado se involucra solamente si el negocio es rentable. Una de sus condiciones para lograrlo es sólo encargarse del embodegamiento de personas acusadas o condenadas por delitos menores; de las otras, no se sabe.
Las promesas del sector privado para solucionar crisis carcelarias en el mundo, producto de exóticas alianzas entre grupos hoteleros y de seguridad privada, no se han cumplido. Por favor: ¡empecemos el año sin mentiras!.