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Petro-masoquismo

Por más que Petro crea que su estrecho margen de victoria en las elecciones presidenciales le da un cheque en blanco para hacer lo que quiera, hay instituciones que obstaculizan su camino.

07 de mayo de 2023

Conócese como “Petro-masoquismo” al fetiche de escuchar con animadversión los discursos del honorable Presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, hasta el punto que provoque un dolor severo en todas las articulaciones del cuerpo. Suele dejar una cefalea insoportable, a veces hasta petrorroides. Aún así, recientemente es un vicio tan doloroso como adictivo.

Las primeras caídas a este hábito nocivo pueden darse tras una exposición extendida a discursos como el del “balconazo” el pasado 1 de mayo, donde los “petro-masoquistas” suelen torturarse con las frases que el presidente – sacando su mejor faceta de una fusión entre Eduardo Galeano, Greta Thunberg y el “cura” Pérez – deja en el aire mientras azuza al pueblo sediento de un cambio ancestral, igualitario, social, transformador, sostenible, libertador, justo, participativo, digno, soberano y popular.

“El intento de coartar las reformas puede llevar a una revolución”, exclamó sin pudor Petro aquel día, retorciendo el estómago de muchos. Parecido a lo ocurrido unos días antes en el Zarzal, donde el presidente lanzó sablazos como la necesidad de “un movimiento campesino que se levante”, en un discurso previo a cambiar, intempestivamente, la mitad de los miembros de su gabinete. Sin figuras como Ocampo o Cecilia López, Petro transformó su chueco “gobierno de coalición” a uno de incondicional subordinación. O el afirmar que él es “jefe del fiscal”: una tendencia radical del mandatorio, que parece degenerarse más con cada nueva intervención. ¿Ahora reformarán los paros y la calle? ¿Es inevitable una Constituyente? ¿Nos volvimos Venezuela?

Entendiendo los graves efectos que puede estar teniendo el Petro-masoquismo en muchos, yo ofrezco algunas hipótesis alternativas para enfrentar esta nueva faceta presidencial. Porque por más que trate de ser “radical”, por ahora Petro cojea en lo popular: contrario a lo que él cree, muy temprano en su gobierno, la mayoría del “pueblo” colombiano no está de su lado.

La popularidad de Petro en menos de un año en el poder se parece más a la de Iván Duque que a la de un Chávez. Mirando el agregado de encuestas de favorabilidad que han salido estos meses, a menos de 300 días de gobierno, Petro ya marca una imagen positiva por debajo del 40%, parecida al 30 y pico que marcaba Duque por las mismas épocas. Según la última encuesta Invamer, la favorabilidad del presidente apenas llegaba al 35%, mientras que su desaprobación llega al 57%.

Y puede que llenar la Plaza de Bolívar con 50 mil personas en épocas de Gaitán – cuando Petrogrado era una ciudad que apenas superaba los 500 mil habitantes – fuera algo meritorio y diciente, pero Petro y sus llamados a la “calle” a duras penas han convocado suficientes manifestantes para ocupar el patio de la Casa de Nariño. Ni con los sindicatos ni con los funcionarios del gobierno de su lado Petro ha sido capaz de convocar 10 mil personas en una Bogotá de casi diez millones de habitantes: no se ve el “apoyo popular” ni en las encuestas ni en la calle.

Por más que Petro crea que su estrecho margen de victoria en las elecciones presidenciales le da un cheque en blanco para hacer lo que quiera, hay instituciones que obstaculizan su camino. Su coalición en el Congreso se desarma, organismo judiciales como el Consejo de Estado le han puesto freno y la opinión pública lentamente lo abandona ante su desorden e incapacidad de ejecución. Así las cosas, poco a poco, cada nueva brutalidad que diga en público irá dejando de ser noticia: entre la abundancia de “radicalismos” que no se materializan, la palabra presidencial irá perdiendo poder.

“No nos dejen solos en estos palacios enormes y fríos”, dijo también Petro discurso del pasado Día del Trabajo. En ese tipo de declaraciones es que los “petro-masoquistas” deberían estar poniendo el foco...

Adenda: Al cerrar con vallas y policías la Plaza de Botero y ahora también el Parque Lleras, el alcalde muestra que su única solución a los problemas de la ciudad es encerrar el espacio público. Curiosa esa fijación de Quintero con las rejas. .