Columnistas

Piratas del Ártico

12 de abril de 2016

Algunos se rasgan hoy las vestiduras con la masiva filtración de documentos del despacho de abogados panameño Mossack y Fonseca. Todos los días surgen nombres por cada esquina de este barrio nuestro en el que ya no es posible ni esconderse. Sin embargo, tras las lapidaciones en masa de los defraudadores, va siendo hora de ponerse serio. Que levante la mano quien no supiera que tras la lasciva ostentación de rascacielos fantasma en Panamá la Nueva se escondía la mano del lavado de dinero y los evasores fiscales. Todos conocemos perfectamente los signos del delito. De Panamá a Singapur. El rastro del dinero turbio es sencillo de seguir. Abundancia de carísimos despachos de abogados, edificios de cristal abandonados, coches y barcos de lujo, y putas por doquier. Panamá no tiene la culpa de nada. Hace unos cuantos años decidieron ampliar el negocio del monocultivo del Canal y ponerse al servicio del narco y de los evasores. Nada como para asustarse. Al fin y al cabo, se trata de una actividad tradicional en el Caribe desde tiempos inmemoriales. El contrabando surgió en aquellas aguas desde el primer momento en que los impuestos reales de la Corona española se volvieron tan desorbitados que los comerciantes sobrecargaban sus barcos de mercancías sin declarar. Tanto como para hacer volcar por sobrepeso muchas de las naves que pueblan los fondos de aquellos mares. Algunos de los pecios hundidos tenían hasta el 75 % de su botín en «negro», para escapar de las arcas de la Hacienda Real.

Quizá por ello, desde Bahamas a las Islas Vírgenes británicas o estadounidenses, en el Caribe abundan los paraísos fiscales. Siempre fueron cuevas de piratas y de estraperlo. Pero no hace falta irse allá, ni siquiera a esas islas del Pacífico como Nauru, Vanuatu o las islas Marianas, que reciben las migajas de los bufetes de medio mundo por hacer la vista gorda.

Aunque Panamá ocupa un lugar preferente en la lista de territorios en la ruta de la evasión fiscal, no hace falta irse tan lejos. En Europa contamos con unos cuantos de lo más selecto. Y muy serios, oiga. En lugar de palmeras y rumba, ellos ponen estaciones de esquí y joyerías. Dejando al margen Suiza, que ya no se dedica oficialmente a eso porque no le hace ni falta, están Liechtenstein, Mónaco, San Marino y unas cuantas islas británicas pegaditas a Londres, epicentro del blanqueo y la evasión financiera global. Lugares tan pintorescos como la islas de Jersey y Guernesey, a unos 23 kilómetros de la costa francesa, cerquita de Eurodisney, que no pertenecen ni al Reino Unido ni a la Unión Europea, sino a la Corona británica. Eso implica que están bajo la soberanía de la reina Isabel II, pero poseen un Gobierno autónomo. Como Gibraltar, un trozo de roca donde las cabinas de teléfono son como las de Londres, aunque esté en Andalucía. Sin embargo, la palma en cuanto a lugares extraños convertidos en remotos territorios de tránsito financiero se la lleva la isla Bouvet. Este remoto lugar, el más aislado del mundo, se encuentra en el Atlántico Sur a 1.600 kilómetros de la Antártida y a 2.000 del Cabo de Buena Esperanza. Sus 49 kilómetros cuadrados están cubiertos al 93 % por glaciares. En esta isla volcánica subantártica solo hay líquenes, musgos, focas y pingüinos. La presencia remotamente humana viene de 1994, cuando Noruega levantó una estación meteorológica, país al que, por cierto, pertenece este trozo de hielo. Según la CIA, la estación fue arrasada en 2007 por un terremoto. En 2014, Noruega volvió a construir una nueva estación con capacidad para seis personas durante cuatro meses. Sin embargo, la deshabitada isla Bouvet sirve de tránsito para operaciones financieras aunque allí no viva nadie. De hecho, según los datos de Hacienda, entre 2013 y 2015 se regularizaron capitales españoles de esa isla por importe de 514.828,08 euros. La mayoría eran acciones o participaciones. No sabemos de qué porque allí no hay nadie.

Aunque siempre habrá filibusteros y hampones que no quieran pagar tributos, todo esto me lleva a pensar que quizá mientras existan impuestos confiscatorios y no recaudatorios habrá paraísos fiscales hasta en la luna. Y abogados.