Columnistas

Planes expansionistas

27 de julio de 2016

Hace apenas un mes se celebró en la capital china una reunión cimera del Banco Chino de Inversiones en Infraestructura que no dejó dudas a la comunidad financiera internacional acerca de las ambiciones globalizantes del gigante de Asia.

Hasta el presente y desde su creación en diciembre del año pasado, la presencia de este coloso financiero en el medio asiático, e incluso en el medio bancario africano, se hacía sentir de manera incisiva, ya que su fin último sería el de darle soporte a la construcción de infraestructura en regiones del planeta con ingentes necesidades de fondos para el desarrollo de su infraestructura.

Para ello fue creado el AIIB como rezan sus siglas en inglés. Apenas a medio año de la firma de su constitución, sus directores dejaron claro, en esta especial ocasión de la primera reunión formal de sus miembros y promotores, que sus fines son bastante más ambiciosos. Este Nuevo banco de desarrollo en muy breve tiempo extenderá sus facilidades de préstamos de capital fresco a América Latina.

Este nuevo banco de desarrollo de China ya ha ganado el apoyo de 37 miembros fundadores regionales y 20 no regionales pero, no obstante la buena receptividad del área asiática y la importante gravitación económica global que ello le aporta, no pudo hacerse de la participación activa ni de Estados Unidos, Canadá, Japón o de los miembros de G7/G8. De sus 57 socios fundadores, la mayoría proviene, entonces, de Asia y de Europa.

Naciones Unidas sí le ha reconocido el potencial que tiene de impulsar el desarrollo de buena parte del mundo al contar con un capital equivalente a 2/3 del Banco de Desarrollo Asiático y 50 % del capital del Banco Mundial.

Lo que este inesperado golpe de brújula en los planes de la nueva institución asentada en la capital china pone de relieve es su claro interés de ganar espacio en áreas de influencia distintas a su zona natural de gravitación económica, que evidentemente se encuentra en su entorno geográfico cercano. Sus autoridades cumplieron ya con el ritual de haber invitado a otros jugadores de grandes ligas de los temas financieros, a sabiendas de que los líderes de Europa tienen el plato lleno con las dificultades inherentes a la autoexclusión de Gran Bretaña de la Unión y, dentro de un escenario en el que los Estados Unidos, por su lado, se encuentran sumidos en sus propios avatares electorales que pueden llevarlos a cambios de rumbo en pocos meses.

Sin embargo, el curso político y económico de Latinoamérica tampoco le augura éxitos tempranos al AIIB. Es cierto que los intercambios entre las dos regiones se han catapultado desde 15.000 millones de dólares hasta 350.000 millones, pero el único país en sumarse a la formación de la institución financiera ha sido Brasil, cuyos problemas de hoy son de gran calado. Otros que han mostrado interés relativo en proyectos conjuntos son Colombia -que tiene también su dinámica interna comprometida con su paz-, Venezuela –envuelta en un serio problema de gobernabilidad democrática y dramas económicos- y Chile, que es el único con posibilidad seria de asociarse para proyectos de infraestructura específicos.

Así pues, los tiempos que corren no favorecen en nuestra región las evidentes inquietudes expansionistas de Beijing. Les tocará esperar mejores vientos, los que, sin duda, no tardarán en llegar.