Poetas de esta raza
La semana pasada tuve un comportamiento masoquista y me tocó actuar así para comprender una de esas tantas inverosimilitudes que pasan en esta tierra. Lo confieso: vi por Teleantioquia la ceremonia de imposición del Escudo de Antioquia categoría Oro a Maluma . Ahora entienden por qué fui masoquista hasta el cogollo.
Había que verlo. La invitación al evento era bastante sugerente: “Exaltar su aporte (el de Maluma) al género urbano, sus éxitos musicales y su reconocimiento dentro y fuera del país”. Si ese era el motivo de la condecoración, luego del magnánimo acto, Maluma comenzaría a ser parte de esos antioqueños que han dejado huella en la historia de nuestra región y que, claro está, son ejemplo para las generaciones actuales y venideras.
Hago una salvedad, Maluma puede ser merecedor de muchos reconocimientos. De hecho, la industria musical se los ha otorgado y lo seguirá haciendo. Lo querido, dulce, amable y buen hijo que pueda ser, sus canciones tan millenials, incluyendo esa un tantico misógina llamada “Cuatro Babys”, que entre otros, ameritó ser cantada en el evento protocolario, son méritos suficientes para ratificar lo que es: un fenómeno mediático, una buena obra del mercadeo musical, que funciona y vende.
Pero, como dijo alguien, aquí el problema no es el “Pretty Boy”. Maluma puede disparar la histeria de sus gruppies, ser uno de los mayores exponentes a nivel mundial del género urbano y ser un fenómeno con sus 24 millones de seguidores en redes sociales (si de eso se trata, pues doña Gloria, la señora boquisucia del metrocable y Epa Colombia, también se llevarían los méritos que les tocan). Sin embargo, con esta condecoración le clavaron una chapa que no tiene por qué llevar: la de referente de una sociedad, la de ejemplo a seguir, la de modelo para cambiar los cimientos de una juventud que parece descarriada. Maluma, prohombre antioqueño. Eso es confundir Cundinamarca con Dinamarca.
En la cabeza del gobernador de Antioquia “las canciones de Maluma son poesía urbana”, y si eso es lo que él cree, pues había que consignar en la historia del departamento que Juan Luis Londoño Arias –Maluma-, es uno de nuestros poetas de raza. Merecía ser seguido, exaltado y convertirse en un ejemplo para los jóvenes. Eso, sin darle muchas vueltas al asunto, es un claro ejemplo de algo que podríamos llamar mala calidad en el uso del poder público y que se traduce en un manejo superfluo de las cosas. Esta condecoración termina siendo una demostración fehaciente de que todo aquello que pasa por la imaginación de los gobernantes es lo que se impone.
Más allá de si es buena o mala la gestión de esta administración, lo crítico del asunto es que se están creando modelos y referentes para la historia donde no están. Y eso es desconectarnos de la realidad. De un tajo, esta condecoración mata la esperanza de esos otros artistas que con sus creencias artísticas dan su vida en los barrios, en las veredas, en los pueblos, tratando de quebrarle el espinazo a la desesperanza de los jóvenes. Y la verdad, es muy desconcertante ver que eso pase.
Pero todo tiene un final. Mi masoquismo duró una hora y dieciséis minutos, tiempo que duró esa ceremonia. Ahora, espero que pase lo que Maluma nos enseña en una de sus canciones: borrar casete de ese momento, porque la verdad, lo necesito.