Por ANGELINA JOLIE
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Los refugiados son hombres, mujeres y niños atrapados en la furia de la guerra, o en la persecución. Lejos de ser terroristas, frecuentemente ellos mismos son víctimas del terrorismo.
Estoy orgullosa de la historia que tiene nuestro país de darles albergue a los más vulnerables. Los americanos han derramado sangre para defender la idea de que los derechos humanos trascienden la cultura, geografía, etnicidad y religión. La decisión de suspender el reasentamiento de refugiados en los Estados Unidos y negar la entrada a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana ha sido recibida con shock por parte de nuestros amigos alrededor del mundo precisamente por este récord.
La crisis global de refugiados y la amenaza del terrorismo hacen que sea completamente justificable que pensemos en cómo asegurar nuestras fronteras. Pero nuestra respuesta debe ser medida y basada en hechos, no temor.
Como la madre de seis hijos, quienes nacieron en tierras extranjeras y son orgullosos ciudadanos americanos, quiero mucho que nuestro país sea seguro para ellos, y todos los niños de nuestra nación. Pero también quiero saber que niños refugiados que clasifican para el asilo siempre tendrán la oportunidad de presentar su caso ante una América compasiva. Y que podemos manejar nuestra seguridad sin excluir a los ciudadanos de países enteros.
Los refugiados están sujetos al nivel más alto de revisión de cualquier categoría de viajero a los Estados Unidos. Esto incluye meses de entrevistas y controles de seguridad llevados a cabo por el FBI, el Centro Nacional de Contraterrorismo, el Departamento de Seguridad Nacional y el Departamento de Estado.
Además, solo las personas más vulnerables son presentadas para reasentamiento en primer lugar: sobrevivientes de la tortura, y mujeres y niños en riesgo. He visitado un sinnúmero de campamentos y ciudades en donde cientos de miles de refugiados apenas sí están sobreviviendo. Cuando la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas identifica a los que están en mayor necesidad de protección, podemos estar seguros de que merecen la seguridad, el asilo y el nuevo comienzo que países como el nuestro pueden ofrecer.
Hay más de 65 millones de refugiados y desplazados en el mundo. Nueve de cada diez refugiados viven en países pobres o de ingresos medios, no en naciones ricas del occidente. Hay 2.8 millones de refugiados sirios solo en Turquía. Solo unos 18.000 sirios han sido reasentados en Estados Unidos desde el 2011.
Esta disparidad señala otra realidad más aleccionadora. Si enviamos el mensaje de que es aceptable cerrar la puerta a refugiados, o discriminar entre ellos con base en la religión, estamos encendiendo una llama que quemará a través de continentes.
Por generaciones los diplomáticos americanos se han unido a las Naciones Unidas en su petición para que estos países dejen abiertas sus fronteras, y respeten los estándares internacionales para el trato a refugiados.
Cuál será nuestra respuesta si otros países usan la seguridad nacional como disculpa para empezar a rechazar a las personas, o negar los derechos con base en la religión? ¿Qué podría significar esto para los rohingya de Myanmar, para los refugiados somalíes o para millones de personas desplazadas que son musulmanas? ¿Y qué hace con la ley internacional de prohibición absoluta contra la discriminación por motivos de fe o de religión?
Todos queremos mantener seguro a nuestro país. Tenemos que hacer causa común con personas de todas las creencias y orígenes luchando contra la misma amenaza y buscando la misma seguridad. Aquí es donde espero que cualquier presidente de nuestra gran nación lidere en nombre de todos los estadounidenses.