Columnistas

Postre de nietos

14 de agosto de 2016

Ser abuela es una gracia que todavía no me adorna, pero muy seguramente algún día llegará la “materia prima” que me hará graduar, ojalá con honores, en tan dulce “profesión”.

El papá como único proveedor salió del panorama hace un buen rato. Hoy, bien sea por necesidad, por realización profesional o por presión de la sociedad de consumo, papá y mamá se van a trabajar. En otros casos, uno de los padres falta, lo que ha obligado a que los cuidadores de los niños sean los abuelos, de modo que la figura del abuelito querido, alcahueta y consentidor también se ha ido perdiendo en la obligación de asumir una crianza que, en justicia, no debería corresponderles.

Un amigo que se graduó de abuelo hace cinco años lo dice más bonito: “El amor de los abuelos es la prolongación del amor de los padres pero en vacaciones permanentes. El amor de los abuelos es de consentimiento; el de los padres es formativo. El amor de los abuelos es generoso, el de los padres es riguroso. Los abuelos no miramos defectos, sino gracias y virtudes. Los padres ponemos en los hijos el conocimiento del inicio de su vida, los nietos son nuestro sol de los venados... Y así”.

Un abuelo siempre encuentra algo que le guste al nieto: La caja de herramientas (escondido el bisturí y todas las armas corto punzantes), unos lápices de colores, una piedra, una brújula, un libro de cuentos, una canción, el cadáver de una lagartija sobre el que se monta la historia de un dinosaurio extinguido hace millones de años, o el de la mariposa que adornó el cabello platinado de un hada en el bosque encantado... Cualquier chéchere viejo puede convertirse en un objeto de interés inesperado.

Se cree que los abuelos están hechos para malcriar a los nietos. Error. La función de un abuelo es amar con alegría y sin la responsabilidad de los padres, pero nunca puede dañar lo que ellos hacen en la educación de sus hijos. Los abuelos pueden y deben balancear ciertas decisiones que toman los padres, a quienes en el afán de formar bien, a veces se les va la mano en síes o en noes, pero con tacto y respeto al meterse en terrenos ajenos.

Los abuelos son mantenedores de los valores familiares. Cada familia tiene su conjunto de principios rectores que le vienen de atrás, pero siempre hay el riesgo de que la vida moderna, las nuevas tendencias de pensamiento y de conducta, o el facilismo lleven a los papás a relegar hasta perder aquellos legados.

Los abuelos son el juguete favorito de los nietos. Ignoran, y al cabo que ni les importa, que sus superhéroes son de carne y hueso, no de acero y caucho, que ya no tienen aire para mucho rato, tampoco resistencia ni mucha flexibilidad. “Los nietos son lo mejor de la vida y por eso Dios nos los deja para el final”, dijo otra abuela feliz, que los elevó al postre de la vida.

Los abuelos son contenedores inagotables de amor, sabiduría y experiencias, sin más obligaciones que dejar huellas imborrables en nuestra memoria de amor infinito, juegos incansables, comidas exquisitas (preferidas o prohibidas), risas limpias y mimos surtidos.

Y como en esta profesión no se reciben honorarios, que la sonrisa dulce y la mirada confiada de sus nietos se los compense siempre. ¡A su salud, queridos abuelos!.