Columnistas

Prepararnos para Navidad

09 de diciembre de 2019

¡El adviento es un tiempo maravilloso! la ocasión de prepararnos a la Pascua de Navidad, la “Encarnación del Hijo de Dios”. Es un tiempo de examen y conversión, con expectativas de alegría y esperanza de salvación y liberación.

Posee, igualmente, el sabor misterioso del tiempo de la navidad, que coincide con el final de un año laboral, cuando hacemos balance de resultados y nos disponemos para otro ritmo de vida, esencial. Es el tiempo para enderezar tantos caminos torcidos y corruptos; para el encuentro con Dios en familia..., y “volver a casa” para Navidad. Es tiempo de allanar-purificar-limpiar el camino y disponernos al descanso, a la alegría y gozo de la vida, porque llega NAVIDAD.

A todas luces, adviento-navidad, es un tiempo “Divinamente sagrado”; centrado en la tierna figura de un Dios-niño, que acompaña nuestra vida y caminar. Un Dios-niño que orienta la mirada hacia los auténticos valores humanos, frescos y novedosos; contagiándonos de gozo y paz, al vivir en la sencillez, ingenuidad y transparencia de un niño. Un Dios-hombre, quien desde su fragilidad re-crea la vida; renueva nuestros años desgastados por tantos afanes y ruidos inútiles; por tantos gritos desesperanzadores y desconcertantes como los que solemos manejar a lo largo de todo un año, reflejando nuestra dificultad y resistencia para una convivencia con otros en paz. Tiempo para que, aceptando nuestras diferencias, con el deseo sincero de unirnos, desde la diversidad, vivamos en términos de Justicia y Equidad, de Amor y Paz.

Qué deseable sería aceptar esta propuesta de conversión y enderezar nuestros caminos, allanar las dificultades y obstáculos, producidos ideológica y realmente por la siembra de tanto odio y rencor, y amablemente pudiéramos volver a experimentar el amor que Dios nos ofrece día a día en nuestros hermanos.

Qué maravilloso sería que hiciéramos un pacto de Navidad dejando de pensar sólo en nosotros mismos para pensar en los demás. Que en nuestras relaciones a todo nivel: personales y comunitarias, institucionales y políticas, nos dispusiéramos “limpiamente” como un niño, sin tanto razonamiento crítico y criticón; a facilitar para todos, por diversos que seamos, caminos de vida, reconciliación, paz y perdón. Qué bueno que pudiéramos dejar de “mordernos” en todo momento, en todo espacio y lugar; con todos los “medios”, como lo venimos haciendo hasta ahora. Qué bueno sería experimentar que las “redes”, nos ayuden a tejer y no a enredar la vida. Que esas redes que establecemos de todo tipo y función..., sean para ayudar y colaborar, y no sigan siendo el instrumento perverso, “oculto” para acabar, destruir y arrasar.

Esta invitación a terminar este año así, después de tantas agitaciones como hemos estado viviendo en estos días, no pretende ocultar-ignorar, las realidades y verdades que debemos asumir todos. Pretende hacer más amable nuestra vida como colombianos, hacer nuestras propuestas y voces, más viables y posibles, porque las esperamos, como esperamos el don sagrado de la “vida nueva” para Navidad.