Columnistas

Presione pausa

04 de julio de 2021

Querido Gabriel,

¡Llevo nueve años sin sacar vacaciones!, sus ojos brillaban con cierta vanidad. La sala de reuniones se llenó con un murmullo de admiración. Yo llevo cuatro, dijo otro. Yo apenas dos, replicó el del fondo. Uno de ellos se quedó callado, pasó apenado un trago de su cerveza, había salido dos semanas con su familia por las vacaciones de los niños. Está bien que el trabajo sea un valor, sobre todo si se hace con amor, para servir. Pero ¿de dónde saldría que el descanso es un antivalor? Conversemos sobre las vacaciones, cuya etimología se relaciona con vacío. Hablemos de “presionar pausa”, como dice Juan Luis Mejía.

Merecidas vacaciones, decimos. Tenemos esa idea, que la normatividad laboral refuerza, de que el tiempo libre se tiene que justificar, casi como un reconocimiento al agotamiento. Dan Sullivan, el coach y conferencista norteamericano, plantea precisamente lo contrario, que el tiempo libre es el origen de todo, la fuente de la creatividad, la productividad y el impacto. Su propuesta, simple, es que cambiemos la idea del premio por la del rejuvenecimiento. Descansamos para poder ser y hacer, no después de haber hecho hasta el cansancio.

Pero vivimos en una cultura en la que descansar no siempre es bien visto. Qué pena, no puedo ir porque estaré en vacaciones, decimos. Hay muchos retos ahora, no puedo sacar esos días, nos lamentamos. Los mensajes de respuesta automática del correo electrónico son escuetos, vergonzantes. “Estaré con poco acceso a internet...” Siempre habrá desafíos e inventaremos excusas, casi nunca válidas, para no presionar pausa. Sin embargo, solo al detenernos hay relajación, reflexión, restauración y recarga.

No solo paramos poco, sino que trabajamos mucho. ¿Quién nos dijo que madrugar y trasnochar sirven de verdad para algo? No por mucho madrugar amanece más temprano, sembrar antes no adelanta la primavera, es una idea que aparece en la sabiduría de muchas culturas. Examinemos la teoría de Tim Ferris de la dosis mínima efectiva, que viene de la ciencia y aplica para ejercicio o el trabajo. El agua hierve a cien grados, aplicar más calor no la hará hervir más, solo se perderá energía. ¿No será que las jornadas y las vacaciones necesitan una reingeniería?

Esto te lo cuento porque voy a descansar, como aprendí de José Alberto Vélez, un hombre enormemente productivo y gran líder empresarial, cuya capacidad de hacer pausas para conectarse, o desconectarse como dicen otros, le ha permitido administrar multilatinas y liderar grandes proyectos con naturalidad y alegría, sin sufrimiento ni fatiga.

Me voy a leer, a besar, a caminar, a encontrar gente nueva, a degustar sabores y paisajes. Me espera mi enamorada, con sus manos de terciopelo. Llevo algunos libros, quizás los más inútiles, como dice Ordine. Me acompañan los poemas de Darío Lemos, Asimov con sus robots humanoides, Bradbury ¿por qué no había leído Fahrenheit 451?, La máquina del tiempo de Wells porque hay cosas que hay que repetir, y el plato fuerte, El infinito en un junco, de Irene Vallejo, que comencé hace meses, pero paré al final del primer capítulo. Es de esas cosas para leer en vacaciones, en silencio, de corrido, para que el asombro no se escape.

Hablemos de la necesidad de las pausas, de la introspección, de lo importante que es vaciar el cántaro. Animemos nuestra tertulia con Benedetti: De vez en cuando hay que hacer / una pausa / contemplarse a sí mismo / sin la fruición cotidiana / examinar el pasado / rubro por rubro / etapa por etapa / baldosa por baldosa / y no llorarse las mentiras / sino cantarse las verdades

* Director de Comfama