Prospectiva
Keynes, el gran economista inglés, escribió en 1930 un ensayo (Economic Possibilities for our Grand Children) en el que hablaba del mundo dentro de cien años. El propósito del texto era desembarazarse del corto plazo para poder superar el pesimismo reinante, en un escenario de crisis económica.
El mensaje de Keynes era optimista acerca de los cambios tecnológicos y consideraba que las consecuencias de la producción en masa y la tecnología serían benéficas para la humanidad. En el largo plazo, se resolvería lo que Keynes llamaba el problema económico: la humanidad no tendría que luchar tanto para satisfacer sus necesidades absolutas y básicas.
Algunos autores modernos han querido hacer ejercicios similares. Basu (2017, The Global Economy in 2067) se pregunta por el estado de la economía global en 60 años. Su predicción es que el PIB crecerá a tasas de 20 % por año, y el consumo y la inversión se doblarán cada cuatro años. Esta prospectiva está basada en la confianza del autor en la revolución digital. Esta hace que los trabajadores sean mucho más productivos y creativos, y participen más en el mercado laboral. Se necesitan políticas, dentro de ellas las educativas, para preparar la sociedad a esa nueva realidad.
Los patrones de consumo también deberían cambiar. Habría que reducir aquel consumo que puede llevar nuestro planeta a sus límites. Con una población envejecida por la transición demográfica, sería necesario establecer incentivos para que una parte de la riqueza se destine a mejorar los sistemas de salud y a alcanzar la sostenibilidad ambiental. Las dificultades vividas en la crisis financiera de 2008 deberían haber motivado a los líderes mundiales a impulsar nuevas políticas que permitieran un futuro estable, próspero y equitativo.
Para Sheng y Geng (2017, The global age of complexity) estamos entrando en la era de la complejidad global, en la cual la humanidad manipula la naturaleza, y pasa de demorar la muerte a “conquistarla”, ampliando de manera sustancial la expectativa de vida. Al tiempo hay desesperanza y temor por la polución, el cambio climático, el radicalismo y el terrorismo. La desigualdad económica y el desplazamiento laboral son el centro de las preocupaciones.
Se requiere un sistema más igualitario y efectivo para aprovechar la complejidad. Abrazar una perspectiva global con multipolaridad y aceptación del pluralismo y la diversidad. Un enfoque complejo acepta que el comportamiento humano se explica por los elementos políticos y económicos, pero también por los culturales y psicológicos e, incluso, los tecnológicos. En esa era de la complejidad se requieren instituciones con un enfoque de sistemas que evolucione al lado del rápido progreso de las ciencias naturales.
Para la generación de los nietos de Keynes, que es la nuestra, no parece tan claro que se haya alcanzado lo que se pronosticaba hace casi 100 años. El pesimismo cambió de tinte y está hoy impregnado del tema ambiental. Las nuevas prospectivas comparten con Keynes la visión de superar las dificultades a partir de ajustes importantes. Nuestros nietos dirán.