Proverbios, aforismos y modelos mentales
Querido Gabriel,
El proyecto de esas vacaciones era hacer una casa en un árbol. Nuestra experiencia en el oficio era casi nula y la cosa se complicó. Fue un accidente menor que aún recuerdo cuando me toco el pequeño despicado en uno de mis incisivos. En una maniobra con el martillo usé todas mis fuerzas, pero la herramienta era tan pesada para mis manos infantiles que se devolvió volando directo hacia mi boca. Luego del golpe, vinieron las lágrimas y una solicitud formal de ayuda paterna. Mi papá me miró y dijo: “Hijo, lo perfecto es enemigo de lo bueno. Si no aprendes esto, no vas a poder terminar el proyecto y tampoco vas a disfrutar el proceso”.
La mansión imposible en lo alto del eucalipto se transformó en dos plataformas simples apuntaladas en cuatro espaderos, con acceso a través de una escalera prestada, sin paredes ni lujos. Finalmente, logramos construirlas y disfrutarlas por meses. La frase de mi papá —aunque creo que la acuñó Voltaire— se me convirtió en un mantra para sacar las cosas adelante con realismo. Todos tenemos dichos, versos o líneas de canciones que nos guían por la vida, tengan o no autor reconocido. ¿Hablamos de refranes, escolios y aforismos, que son los vehículos preferidos de la sabiduría para atravesar los siglos?
Cuando una idea sobrevive cientos de años y salta de cultura en cultura, seguramente se debe a su utilidad para la vida diaria. Los refranes, las frases de las abuelas y los cantos populares son quizás el mejor vehículo para el conocimiento humano. Por ejemplo, “Si no te mata, te hace más fuerte” contiene estoicismo, sana sicología, la idea de lo antifrágil e incluso algo de la ciencia que permite las vacunas. No importa tanto si es un proverbio escocés o amazónico, si lo dijo Freud —de hecho, podría muy bien ser todas las anteriores o ninguna—, sino que, en pocas palabras, como en un ensalmo, se resumen miles de años de evolución humana.
A veces es necesaria una adaptación o traducción al contexto. Ahí es cuando poetas, músicos, filósofos o políticos pulen una vieja idea, le agregan su condimento, le dan forma de aforismo o de tuit y la ponen a volar. “La persona inteligente es la que mantiene su inteligencia independiente de la temperatura del medio que habita”, dice, por ejemplo, Nicolás Gómez Dávila, en un escolio, como aconsejando a los políticos colombianos de todas las épocas.
No se trata, desde luego, de citar frases para parecer inteligentes. “Un modelo mental es una forma compacta de recordar nuestro propio conocimiento. [...] El espacio del cerebro es finito —usted tiene un número finito de neuronas—, entonces se puede pensar en las frases cortas y profundas como señaladores, direcciones o mnemotecnias para ayudarnos a recordar principios profundamente arraigados que se conectan con nuestras propias experiencias”, como explica Naval Ravikant. La mente humana recolecta modelos mentales para orientarnos y los guarda en frases compactas, fáciles de recordar.
Cuando uno recuerda de golpe un sabio proverbio o una frase de su abuelo, quizás esté rememorando un aprendizaje y tomando esa idea de la mente, como un libro de una biblioteca, para usarla en el momento. Volviendo a mi padre, alguna vez, a ese lector de Camus, Nietzsche y Dostoievski, le pillé un libro de Charlie Brown en la biblioteca y le pregunté por él burlándome. Quizás con su respuesta podamos provocar la tertulia, porque el verdadero aprendizaje es amplio, curioso y humilde: “Cosecha la sabiduría donde la encuentres, incluso si se trata de Snoopy”, y sonrió como solo él sabía hacerlo