Columnistas

¿Puede ser justo el mercado?

09 de febrero de 2016

La historia de la justicia es tan vieja como la historia de la economía. Solamente en las ficciones de los grandes utopistas del pasado se supuso una abundancia de bienes en una suerte de paraíso original. En las sociedades no paradisíacas siempre se ha planteado que su rasgo básico es la escasez. Esto llevó a que desde Aristóteles hasta Kant y Rawls se propusiera como pregunta básica de toda sociedad que pretendiera ser justa: ¿cómo distribuir los escasos bienes, derechos y oportunidades para que todos los miembros de la sociedad puedan disfrutar de ellos? Esta pregunta ha tenido dos importantes respuestas en la modernidad. La idea de una distribución a partir de un sistema de cooperación social en el que primen los intereses individuales de los cooperantes, que corresponde a la justicia política; y la idea de un sistema de solidaridad social que a través de mecanismos compensatorios del cuidado social, se ocupa de los más necesitados, pobres, discapacitados, que corresponde a la justicia social.

Filósofos como Robert Nozick y economistas como Friedrich Hayek y Milton Friedman consideraron que el concepto de justicia social no tiene ningún sentido y que no puede ser usado como fundamento de legitimación del Estado. Así afirmaron que el mercado no puede ser considerado desde una perspectiva de justicia. El mercado no es un agente, ni puede ser objeto de responsabilidad moral, y en su capacidad distributiva no es ni justo ni injusto. Las consecuencias de las acciones producidas por el mercado no requieren ningún tipo de corrección hecha por un Estado social. En este sentido, aseveraron que la distribución de bienes que resulte del funcionamiento del mercado es la única distribución justa. Por estas razones el neoliberalismo niega cualquier forma de compensación social de los ingresos producidos por el mercado y cualquier tipo de compromiso social del Estado. Estas acciones se consideran ilegítimas porque afectan los intereses individuales de los cooperantes.

En Colombia buena parte de la dirigencia política y económica ha compartido esta idea básica del neoliberalismo contemporáneo. En muchas argumentaciones de dirigentes empresariales y de líderes políticos es común encontrar la afirmación que dice que si se asume la perspectiva política de la autonomía del mercado, no se va a encontrar que la ausencia de justicia social sea algo negativo.

Así, el rechazo que muchos empresarios y grandes propietarios han hecho a una reforma fiscal que aumente los impuestos gravando los ingresos y los dividendos; la crítica radical de gremios económicos, como los azucareros, a las regulaciones de la libre competencia, negando la existencia de prácticas de cartelización empresarial; la refutación de industriales y comerciantes de las medidas de protección a los consumidores; y las actuaciones irregulares y aparentemente ilegales de directivos y exdirectivos de Reficar y Ecopetrol, son en su conjunto hechos que nos muestran lo lejos que estamos de la construcción de un Estado social, y como seguimos anclados a un concepto de Estado del liberalismo económico, completamente alejado de un sistema de solidaridad social. ¿Y así se busca la paz? ¡Qué contradicción!.