PURO BUCHE Y PLUMAS
Hace muchos años, un líder concentraba en su ser una gama de cualidades que lo hacían diferente. Se distinguía a leguas por su perrenque, una palabra que en Antioquia entendemos bien, por su compromiso con las causas que lo movían y por su habilidad para inducir a los demás en pro del bienestar de una comunidad.
Según el diccionario, el liderazgo es el conjunto de habilidades gerenciales o directivas que un individuo tiene para influir en la forma de ser o actuar de las personas o en un grupo de trabajo determinado, haciendo que este equipo trabaje con entusiasmo hacia el logro de sus metas y objetivos.
Pero el concepto ha ido cambiando con el tiempo. Hoy tenemos proliferación de “líderes” en diferentes campos de las actividades humanas. Cualquiera va siendo elevado a dicha categoría, o ellos mismos se autoproclaman. Y lo peor es que se lo creen porque suelen medir en “likes” o en seguidores el impacto que generan en su entorno, no siempre con intenciones colectivas, sino individuales, que están empeñados en conseguir a la maldita sea y cueste lo que cueste. Y en ese afán, no les importa ser destructivos, egoístas, escandalosos, prepotentes. En dos palabras, puro buche y plumas, como decían en mi pueblo.
Y no digo que no haya buenos líderes, sí los hay, sensatos, decentes y responsables en su decir y en su hacer, pero infortunadamente no siempre tienen el eco que merecen y sus voces, con frecuencia, son apabulladas por el ruido de los que posan de serlo, aunque les queda grande la investidura.
Para ser un líder respetado, admirado y capaz de influir sobre otros se deben tener algunas cualidades, unas innatas, otras aprendidas en el camino: ser carismático, asertivo, coherente, honesto, conciliador eficiente y eficaz. Saber comunicar, persuadir, organizar y gestionar. Saber sumar, arrastrar con el ejemplo, abrir camino, no creerse Supermán ni sufrir de adanismo, conocer y reconocer sus debilidades, ser capaz de decir “no sé” y “me equivoqué”. Establecer prioridades, hacerse cargo de sus decisiones y asumir las responsabilidades que deriven de ellas. Construir relaciones, no necesariamente en consenso, pero sí respetuosas, y aquí dije la palabra mágica: Que respete. Que le importe más el bien común que las extravagancias del ego. Saber rodearse, escuchar y, muy importante: guardar silencio en ocasiones, especialmente si no domina el tema. Es que ser líder no es fácil, no crean, y tampoco es para cualquiera.
Cómo será de importante la comunicación, bien sea verbal o escrita, y cómo la estarán manejando algunos, especialmente los líderes políticos que gobiernan por redes sociales a las patadas, que la Universidad Cooperativa de Colombia, ante tanto escándalo, polémicas y confrontaciones entre gobernantes y dirigentes, ha creado una especialización en Consultoría para la Comunicación Pública. Los casos de estudio abundan, así como los ejemplos de lo que no debe hacerse nunca. ¡Enhorabuena!
Nuestro país sufre una crisis de liderazgo. Muchos de los que se perfilan como líderes poco convencen. ¿Ocurre acaso que los que pretenden serlo no son, y los que podrían ser no quieren comprometerse? ¡Muy preocupante!