Columnistas

QUÉ TAL UNA GRAN ENCUESTA

08 de febrero de 2016

Si hasta en la Corte Constitucional se discute acerca de la exequibilidad de una consulta popular como el plebiscito para aprobar los acuerdos de La Habana porque la paz es un mandamiento de la Carta del 91 y si la demoscopia en este país ha ganado en forma progresiva en credibilidad y confiabilidad, más vale (y puede costar menos) que se efectúe una gran encuesta nacional que mida el grado de aceptación o de rechazo de un proceso que de todos modos requiere un mínimo y razonable dictamen del constituyente primario.

Del plebiscito y otras formas de consulta se ha dicho que podrían convertirse en deslegitimadores del proceso de paz con las Farc, por la baja participación prevista al reducirse el umbral, o por la presunta manipulación gubernamental que viciaría el resultado de las votaciones, como también por causa de la asociación inconveniente entre lo esencial, que son los acuerdos de La Habana y lo accesorio, que son la menguada popularidad del Presidente y el cumplimiento de las promesas y estrategias estatales.

Podría ser cierto que entre una gran encuesta y una votación haya una relación parecida a la que se note entre una sensación térmica y la medida real del termómetro. Pero en las circunstancias actuales, cuando la palabra gubernamental se mantiene en entredicho y en cambio la auscultación de la opinión pública por empresas investigadoras privadas ofrece más elementos creíbles, una encuesta seria, organizada con criterios y metodología respetables por transparentes, tendría más validez, como legitimadora de la voluntad general, que el veredicto dudoso de un plebiscito dirigido por la propaganda y los consabidos manejos oficiales.

¿Cómo funcionaría esta opción, en gran síntesis? Que el gobierno se limite a convocar a las firmas encuestadoras acreditadas para que, en conjunto con los medios de comunicación que han requerido su trabajo, elaboren un proyecto de gran encuesta ciudadana sobre el proceso de paz, con todas las de la ley. Que se escoja una auditoría extranjera plural y confiable. Que el mismo gobierno y las Farc se comprometan a marginarse por completo de la encuesta, abstenerse de influir en los resultados y aceptar el dictamen final, sea cual fuere, como una muestra válida de la voluntad general. La demoscopia ha evolucionado hasta el punto de que puede llegar a homologarse como representación del constituyente primario. Eso, en lo fundamental, sin particularizar en detalles. ¡Cuánto se ahorraría este país, en tiempos de austeridad económica y ojalá verbal y de trámites y cuánto dejaría de desgastarse en pendencias estériles!

Aclaro: En mi columna del lunes pasado, titulada LA RADIOBASURA, debí decir que el joven locutor que se burló de una niña por su defecto físico, no lo hizo por radio sino en Facebook. Valga la precisión.