¿Qué va a pasar con la Farc y las Farc?
Con la entrega a la DEA de Marlon Marín, los reflectores parecieron quedar puestos de inmediato no solo en “Jesús Santrich”, ya vinculado a un expediente de una corte de Nueva York por conspirar para enviar cocaína a Estados Unidos, sino que se posaron sobre la figura de “Iván Márquez”.
En versiones y círculos internos pero no oficiales de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común se habla de la cercanía entre ambos exjefes guerrilleros, incluso alineados en una corriente que diverge de la que forman Rodrigo Londoño, Timochenko, y Pastor Álape. Entre esas divisiones se ubican, con mayor o menor parcialidad, otras figuras de la que fuera la línea militar de las Farc, como “Pablo Catatumbo”, “Joaquín Gómez” y “Carlos Antonio Lozada”.
Lo cierto es que la Farc, como movimiento, carece hoy de aquel monolitismo en el mando que tuvieron el Secretariado y el Estado Mayor Central de las Farc, en lo político y lo militar, durante más de 50 años de confrontación irregular con el Estado.
Y hay incluso desconfianza y versiones inquietantes entre exjefes de los otrora frentes en armas sobre las actividades que venían cumpliendo, por su cuenta, algunos de los personajes ahora expuestos a los requerimientos de la DEA y del Departamento de Justicia de EE. UU.
No es mera coincidencia que mientras en los pasillos de la Farc se hablaba de que Márquez quedaba en la mira de las autoridades norteamericanas, él haya tomado la iniciativa de anunciar su traslado a un campamento transitorio de reinserción en Caquetá.
El proceso está en gran riesgo de desmoronarse, además porque hace varios meses que se habla de la lentitud de los programas complementarios de la desmovilización. También saltó a escena la supuesta penetración de la corrupción en procesos de contratación del posconflicto, desde las agencias del Gobierno y entre aliados de la Farc.
Todo ello en paralelo al fracaso político que resultó la incursión de la Farc en las pasadas elecciones parlamentarias. Los exguerrilleros tienen una decena de curules a dedo, pero constataron su inmensa impopularidad entre los electores urbanos, e incluso rurales.
La disidencia guerrillera pasó de 600 a 1.500 hombres. Por el poder de la oferta económica desde la ilegalidad o por la falta de confianza misma de los desmovilizados en el proceso.
Con la sombra de EE. UU. y de la extradición encima, se abre el riesgo de que la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común se parta en dos, y que las Farc, a las que se daba por extintas, vuelvan a ser parte del mapa de un conflicto más mafioso y narcotizado que nunca.