Columnistas

¿Quién dice la gente que soy Yo?

13 de septiembre de 2015

Esta pregunta de Jesús a sus discípulos ha logrado trascender espacios y contextos, para responder con ella a Dios, y al sentido último de nuestra existencia humana, fundada definitivamente en CRISTO.

Por la distancia en el tiempo, experimentarlo como El Cristo, Ungido-Mesías; quizá sea una experiencia más de conocimiento “teórico”. Hoy, existe un interés mayor en reconocerlo como “Hijo del hombre”. Este título lo hace “aparentemente” más cercano, más humano; pero este acercamiento obedece más a nuestro interés y mirada –humana- que nos aleja del verdadero misterio de Dios, que revela Jesús, y que pregunta a sus discípulos de todo tiempo, por su verdadera condición: como Cristo-Salvador.

Hoy no es fácil confesar a Jesús como el Cristo, porque es difícil aceptar, experimentar lo que su seguimiento implica. Desde el principio, Jesús nos habla claro con su vida. Todos sabemos que el sufrimiento y la muerte lo acompañan en su tarea y sentido para abrir caminos y espacios al reino de Dios, que irremediablemente pasa por la Cruz.

También nosotros, fácilmente, afirmamos que Jesús es: “Hijo de Dios”; pero se nos va en palabras. Inmediatamente tendemos a rechazar lo que implica su divinidad: entregar la vida. Esa Cruz, claramente negada en el horizonte materialista, posesivo, placentero y hedonista de nuestra pobre manera de existir hoy.

Si de nuevo Jesús hiciera esta pregunta: ¿Quién dicen que soy Yo?, tendría muchas respuestas de este orden y tenor: “No sé: por lo que insinúas..., no me interesa”. “No tenemos tiempo para ello...”. “Tus propuestas, aunque válidas, parecen poco amables y muy exigentes”. “Todo esto, resulta tan extraño como lejano a mis aspiraciones...”. Estas suelen ser respuestas y reacciones de nuestro tiempo, ante la presencia del dolor, del sacrificio y ascesis; de la Cruz.

Un Dios crucificado, que va a la Cruz (a entregar su vida por otros), nos resulta incómodo; un terrible contraste y algo absurdo como propuesta; pero la realidad es que esto no es una pregunta especulativa o una propuesta. Este Dios crucificado, está presente en la gran mayoría de seres humanos, por las condiciones que impusimos hoy. Son miles de hombres y mujeres, que por múltiples condiciones sociales, económicas, culturales, políticas y religiosas; nuestro mundo ha crucificado, ha excluido con la fuerza y poder de unos pocos “Crucificadores”. Una muestra de ello: los acontecimientos excluyentes, indignos; fruto de “Egoístas enfermos” contra los derechos humanos, acontecidos en nuestras fronteras y el mundo.

Un Dios crucificado resulta incomprensible..