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Quién es el hombre que amaba a los perros

17 de abril de 2016

En el 2009 el escritor cubano Leonardo Padura publicó El hombre que amaba a los perros, un libro que intenta desmantelar las mentiras sobre la utopía comunista que la izquierda vencida de ideas insiste en perpetuar. El comunismo no solo sepultó más de veinte millones de cadáveres, sepultó también millones de gente en vida. Usando los perros como hilo conductor Padura asienta la novela en el asesinato de Trostki y de allí nos trae tres narraciones: Trotski desde su exilio, Ramón Mercader su asesino, e Iván un escritor cubano ficticio, la gran voz del relato.

Más que una novela histórica es una novela sobre el ser humano, que se labra la incómoda labor de hacer grandes preguntas. ¿Cómo actúa el individuo y por qué? ¿Qué motiva a una persona a vivir? ¿Cuál es el sentido de la historia? Padura busca develar el gran enigma de cómo funcionan los hombres, quiénes son libres y qué significa que lo sean. No es sólo una cuestión filosófica, es también política, porque es sobre esa reflexión que se han afincado las dictaduras que han dominado a millones de personas a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo. ¿Cómo se tolera la renuncia a algo tan sagrado como la libertad?

En la novela Padura usa a Iván como muestra de que la pérdida de los sueños lleva a la renuncia de la libertad. Los sueños son el motor de los seres humanos. La libertad es la herramienta que nos permite alcanzarlos. Lo que soñamos ser cuando nos proyectamos a futuro llena de esencia el tiempo que tenemos. Los sueños son un elemento de identidad, combustible para luchar, para aguantar momentos difíciles. Nos mantienen en pie y nos empujan hacia delante.

Trotski nos muestra la ironía de la historia, la desorientación moral de los líderes que aplican los medios que creen convenientes para la consecución de sus fines. Mercader el quiebre psicológico que viene de una debilidad emocional que lleva a la obediencia ciega, carente de ideas, odios políticos que son también el reflejo de un fracaso familiar y personal. Iván, demuestra lo que significa obedecer a un régimen porque no queda nada más. Cómo la vida queda vacía por miedo, cómo se muere cuando la identidad queda reducida a nada. Los comunistas buscan la igualdad, pero no en derechos universales, sino en el aniquilamiento de la identidad. Se aniquila al hombre como individuo, se le reduce a la obediencia.

Basta conocer una persona sin sueños para entender lo vacía que puede llegar a ser la vida, cómo inmediatamente se esfuma su sentido.

Las dictaduras saben que la gente se le domina desde adentro, desde los sentimientos más básicos, miedo, impotencia, conflicto, creando un escenario donde la prioridad no es vivir sino sobrevivir. Entonces soñar se convierte en algo inútil, todo escenario está bajo la sombra de la incertidumbre y todos los caminos parecen llevar al fracaso. El único remedio para aplacar el miedo pareciera ser la sumisión y es allí donde los pueblos entran en un estado de parálisis. No es costumbre, ni indiferencia, la gente no actúa porque su voluntad pierde peso, toda acción la dicta el miedo a morir o la inercia del que ya se siente muerto.

Apaciguar pueblos enteros es una receta comprobada que las dictaduras actuales moldean a los cambios culturales y tecnológicos, pero la esencia sigue siendo la misma, robar al individuo del poder de ser dueño de su vida. Borrar su identidad a través del menoscabo de las pequeñas cosas que forman su identidad, entrando en su fuero personal a través del miedo y del control de hasta las mínimas decisiones. El comunismo pretende decirle a la gente cuándo y qué comer, mientras genera un clima de indolencia, de indiferencia hacia la vida, deshumaniza al ciudadano mientras vende la imagen de igualdad y justicia social. Muy tarde se han dado cuenta muchos que la igualdad no puede significar el menoscabo de la individualidad porque esa base en sí es opresora. Es homicida.

La gran pregunta de este libro quizás sea, ¿quién es el hombre que amaba a los perros? Si puedes pensar en la respuesta eres alguien afortunado, eres libre. El hombre que amaba a los perros no tuvo la misma suerte. Probar al mundo que la utopía era posible le costó la vida.