¿QUIÉN NECESITA ASESINOS CUANDO TIENE HACKERS?
Una investigación británica anunció esta semana que Alexander V. Litvinenko, un oficial de seguridad ruso desertor, quien murió en un hospital de Londres por envenenamiento con polonio en el 2006, “probablemente” fue asesinado por orden del presidente Vladimir V. Putin. Eso no es gran sorpresa. Por más de ocho años el mundo ha sospechado que el Kremlin estaba detrás del asesinato. (Con igual certeza Putin ha negado su involucramiento. Su vocero Dmitri Peskov denunció la investigación como una “cuasi-investigación” y una expresión del “elegante sentido del humor británico”).
En los años desde la dramática muerte de Litvinenko por causa de veneno radioactivo, el gobierno de Rusia ha cometido una serie de actos descarados: ciberataques contra Estonia en el 2007, la invasión de Georgia en el 2008 y operaciones encubiertas para anexar a Crimea y desestabilizar a Ucrania en el 2014.
¿Así que el asesinato de Litvinenko fue el comienzo de una nueva era de trucos sucios?
A Putin le podrá gustar actuar como si Rusia fuera un mundo en sí mismo. No lo es. Rusia moderna está profundamente integrada en los mercados y las instituciones globales. Busca inversionistas extranjeros y socios en otros países. La élite de Moscú toma vacaciones en Italia, tiene actividades bancarias en Londres y envía a sus hijos a universidades americanas. No se pueden dar el lujo de las repercusiones que tendrían complots de asesinatos transnacionales.
Es por eso que, desde el asesinato de Litvinenko, las fuerzas de seguridad rusas han pasado a practicar un arte diferente. Moscú se ha dado cuenta de que en la era del internet y los ciclos de noticias de 24 horas, hay formas más seguras de hacer lo mismo.
Por estos días, si hay algún asesinato para cometer en el occidente, es de carácter. El F.S.B. (sucesor del KGB) y los demás servicios de seguridad se han trasladado al mundo de las operaciones informáticas, y los especialistas de medios y relaciones públicas rusos ahora se ubican al nivel de espías y asesinos como armas del Estado. Medios en idiomas extranjeros, merodeadores de internet remunerados y hackers, y grupos políticos radicales misteriosamente bien financiados hacen la voluntad del Kremlin.
Esta campaña para consternar, dividir y distraer al occidente podría ser más destructiva que cualquier asesinato. Una de las metas de Moscú es profundizar las divisiones entre sus rivales. Como en la Guerra Fría, el campo de batalla crucial es en Europa. El Kremlin sabe que ganará si la Unión Europea se rompe o se vuelve inmanejable, o si los europeos se desilusionan con la alianza de la OTAN. Con este fin en mente, Moscú entusiasmadamente apoya a partidos extremistas, grupos divisivos y movimientos separatistas a través del continente. El partido Frente Nacional “Euroescéptico” de Francia, por ejemplo, ha recibido dinero de Rusia.
Mientras tanto se dice que el F.S.B. recluta y dirige a hackers para que cometan ciberataques cuando quiere castigar o silenciar a los rivales de Rusia. Cuando el Parlamento y la Comisión Europeos empezaron a criticar la toma de Crimea en abril del 2014, por ejemplo, sus sistemas fueron golpeados por redes de computadoras que operaban un programa de diseño ruso llamado BlackEnergy. Al final del 2015, el mismo malware afectó a las compañías de energía de Ucrania, dejando a unos 700.000 hogares sin energía.
El problema es que es menos probable que los países liberales con economías abiertas, políticas democráticas y una presunción legal de inocencia resistan estas ofensivas. El dinero y la desinformación se mueven igualmente rápido en el mundo moderno. Parte de la genialidad de este nuevo modelo de subversión es que con frecuencia se puede hacer a plena vista, envolviéndose evasivamente en el manto de la libre expresión.
Después del asesinato de Litvinenko, Gran Bretaña expulsó a diplomáticos rusos, limitó la expedición de visas para oficiales rusos y dejó de compartir inteligencia y cooperación policial. Después de un ataque de hacking contra bancos americanos en el 2014 que el FBI y otras agencias sospechan fue orquestado por Moscú para castigar a los Estados Unidos por imponer sanciones a Rusia, Washington no hizo más que ordenar investigaciones.
Este es el nuevo mundo de la guerra encubierta. No hay cuerpos ni pistolas humeantes, no hay rastros de polonio ni respuestas fáciles