Columnistas

¿Quién nos defiende de EPM?

06 de noviembre de 2018

EPM no se toca. Aunque los problemas vienen desde hace mucho rato, nadie le pone el cascabel al gato. No hay responsables. Desde que los medios capitalinos no se encarguen con vehemencia del tema, las informaciones “graniadas” no generan el efecto de control necesario. Ni siquiera algunos concejales pudieron lograrlo. Desde el año 2016 la concejala María Paulina Aguinaga (profesional en Finanzas y máster en Economía Internacional) está diciendo que las inversiones internacionales de EPM, como la hidroeléctrica Bonyc en Panamá, no fueron adecuadas (costaba 50 millones de dólares, pero EPM pagó finalmente 314 millones). En este caso, la Contraloría General de Medellín evidenció un hallazgo con incidencia fiscal y administrativa por casi 114 millones de dólares (420.000 millones de pesos). Y después de eso, ¿qué? Nada.

El pasado 30 de octubre publicó Portafolio “Jorge Londoño de la Cuesta indicó que se requieren $7 billones para atender toda la emergencia de Hidroituango, y que por la falta de liquidez se procedió a la enajenación y venta de activos”. La concejala Aguinaga, en el debate del 27 de ese mes, dijo en el Concejo “¿La crisis de iliquidez es solo por Hidroituango? No. Es falso. Es también por las malas inversiones que se han hecho en el exterior y quieren aprovechar esta coyuntura para tapar esos malos negocios”. Solicitó por escrito al alcalde de la ciudad y al gerente de EPM no desinvertir en ISA, y ni siquiera le contestaron. ¿Por qué no desinvertir en ISA? Estas eran sus razones: porque le ha entregado 380 mil millones de pesos en dividendos a EPM y porque esa inversión sí es rentable; tanto, que se adquirió por 126 mil millones de pesos y aspirarán vender la participación por 1.5 billones de pesos.

Más adelante, dice: “No felicito la gestión de las directivas de EPM por las utilidades históricas de la compañía, sino a los usuarios que han pagado unas tarifas supremamente altas, por encima de la inflación” y demostró, con un gráfico comparado, lo que hubiéramos pagado con tarifas regidas por la inflación y lo que realmente pagamos, que fue mucho más elevado.

Entre tanto, la empresa se gasta en publicidad positiva, con la campaña “La esperanza sigue viva”, 412.886.758 pesos, en solo agosto, para convencer al público de que “trabaja sin descanso para superar todos los retos”.