¿QUIEREN MÁS SANGRE EN SUS MANOS?
El 7 de agosto estaba en mi casa ―perdida en estas montañas que amo― cuando empezó la ceremonia de posesión de Iván Duque, nuestro nuevo presidente.
Como muchos colombianos, encendí el televisor para escuchar sus palabras con esperanza. Pero en la pantalla solo se veían el cielo gris de Bogotá lleno de nubarrones y la lluvia, los paraguas, las corbatas y los vestidos negros de los invitados, como si la gente estuviera en un funeral.
Después la tierra tembló. Enseguida escuché tronar los micrófonos. Era la voz desaforada de alguien desconocido para mí. El locutor dijo que era Ernesto Macías, el nuevo presidente del Senado. Su oratoria se me pareció a la del exministro Fernando Londoño Hoyos. Solo le presté atención cinco minutos porque en ellos sus mentiras fueron tan descomunales que los sermones matutinos de Londoño Hoyos parecían cuentos de hadas.
Después pensé: esta no es una voz de predicador como la de La Hora de La Verdad. Esta es la de un provocador: ¡Este sí que volteó al revés la frase de Voltaire! “Quien se venga después de la victoria es digno de vencer”. Leyó El Colombiano del 3 de agosto y no leyó ninguna de las rectificaciones. ¡Con razón falsificó hasta su título de bachiller!
Enseguida apagué el televisor. Ni siquiera escuché las palabras del presidente.
Pocas horas más tarde me enteré por Noticias Uno que casi toda la bancada del Centro Democrático había celebrado con vivas y aplausos el incendiario discurso de Macías como si fuera una pieza oratoria comparable a las de Demóstenes en las ágoras griegas.
El vídeo del noticiero fue grabado por la periodista Paola Rojas en uno de los salones del Capitolio. En pocos minutos, este se volvió viral en internet. Esto molestó a muchos seguidores del Centro Democrático. Algunos aseguraron que ella violó la privacidad de los parlamentarios de ese partido. Sin embargo, las autoridades más reconocidas en materia de ética periodística, como el consultorio de la Fundación Nuevo Periodismo Gabriel García Márquez, advierten que, en este tipo de casos, sobre la privacidad prevalece el interés público de los actos de los involucrados, dada su investidura. Los parlamentarios, además, estaban en un recinto público.
El impacto del vídeo llegó a tal punto que la reportera publicó en su cuenta de Twitter un mensaje de un usuario en el que le advertía que debían cuidarla porque estaba circulando una foto de ella para identificarla en la reunión del Centro Democrático.
A este tuit llegó la respuesta de un tal Rubén Morales, quien amenazó de muerte a la periodista con estas palabras: “Si es izquierdista, el deber de los colombianos es darle de baja”. Ella contestó: “Este es el nivel de quienes consideran que lo que hice fue “un delito”. Típico de quienes solucionan sus diferencias “dando de baja” (al otro). De inmediato pensé en los 90 periodistas como yo, amenazados por tratar de ser fieles a la verdad, razón de ser de nuestro oficio. El viernes, Paola recibió más amenazas.
Ante las arengas de Macías y sus amenazas, yo me pregunto: ¿Quieren él y sus copartidarios más sangre en sus manos? La misma pregunta la hizo un columnista de The New York Times a los fanáticos de su país. ¿No fueron discursos como este los que desataron la violencia partidista que segó la vida de más de 300 mil colombianos después de 1948?
Que me digan ingenuo, pero estoy seguro de que Iván Duque quiere la paz y la reunificación de todos los colombianos. Él también puede estar seguro de que en ese propósito lo apoyamos todos los ciudadanos de este país ―los de derecha, los de centro y los de izquierda― a los que el fanatismo político todavía no nos ha dejado ciegos.