Quieren un dictador
El titular de El Tiempo, del pasado 11 de abril, es alarmante: “73 por ciento de estudiantes colombianos aprueban una dictadura”. La afirmación surge de los últimos resultados del reporte latinoamericano Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS), que encuestó, en 2016, a 25 mil estudiantes entre 13 y 14 años de 900 colegios de Chile, México, República Dominicana, Perú y Colombia.
El 73 por ciento de los chicos colombianos aseguraron que están de acuerdo con un estado dictatorial si este trae orden y seguridad; el 68 por ciento está de acuerdo, si trae beneficios económicos. Los resultados son muy parecidos en los otros países de A.L.
Que a los 14 años un chico latinoamericano esté de acuerdo con un estado dictatorial para lograr orden, seguridad y beneficios económicos, dice mucho: su entorno y su hogar no le han proporcionado ninguno de los tres. En definitiva es un chico inseguro que anhela mano dura que imponga el orden y la seguridad que no le dan su casa ni su ciudad, y traiga alivio a sus penurias económicas. No es de extrañar entonces que gobiernos populistas lleguen al poder, se transformen en dictaduras y, con apariencia democrática, tengan un inmenso número de seguidores.
Es una grave crisis del ejercicio de autoridad: hace tiempo alguna corriente de crianza convenció de que a los hijos había que complacerlos en todo para que no sufrieran los mismos traumas de unos padres con infancias plagadas de castigos y carencias. Hijos que crecieron sin límites y viven en permanente estado de desorden, inseguridad e incertidumbre.
Además, gobiernos incapaces de hacer justicia e imponer la ley, o que la aplican diferente para unos y otros, que no cumplen con las promesas y son incapaces de crear y sostener oportunidades de desarrollo y bienestar para todos, han fomentado ciudadanos insatisfechos, resentidos e igualmente inseguros.
Por eso, carentes de una justa figura de autoridad, creen que un dictador es la solución para imponer el orden y la seguridad que no tuvieron en su casa, ni existen en la ciudad, y que es capaz de proporcionar y sostener medios dignos de subsistencia y desarrollo para todos. No saben que todo dictador es un déspota capaz de matarlos en nombre del orden, la seguridad y el desarrollo; así que necesitamos padres y gobernantes tan buenos, que los jóvenes no crean que semejante barbaridad es la solución.