Columnistas

Rafa

10 de julio de 2021

Rafa:

Dicen que los hijos son de cada quién y que por eso sus padres los crían a su amaño. También dicen que son hijos de su época para dejar claro que cada generación se cultiva en la salsa de su contexto social y cultural.

Dicen que son hijos de la vida porque en definitiva a nadie pertenecen. Argumento que se refuerza con el de aquellos que piensan que son hijos de todos y para todos. Lo que está claro es que nadie tiene la respuesta.

Dicen que los hijos cambian las vidas. Que modifican sustancialmente la escala de prioridades. También las intensidades que se aplican a los intereses individuales. Que apianan el ímpetu y lo moderan. Dicen que un hijo altera el sueño de por vida, que nunca se vuelve a dormir igual. De todo dicen y eso tengo claro, lo pensaré y concluiré después.

Dicen que se preparen. Que el trabajo que viene es grande. Que se debe cultivar la pareja y ordenar las finanzas, también pensar en la educación académica. Todos dicen mucho y en últimas nada.

Enfrentando este escenario y con las ganas inmensas de conocerte, la voz que más fuerte escucho es la propia. Una que habla con franqueza y tranquilidad. Que piensa que no solo será la razón. Que también tendrá cabida el instinto y más que eso, la emoción, el sentimiento.

Sueño con morderte una nalga, estriparte contra el pecho, enseñarte las maravillas del cálculo y la física, montar en bici juntos y competir nadando. Quizás leer a dos voces, presentarte a Spinoza y Goethe, la perfección de la ley de los grandes números y pasar bueno juntos.

No te niego que me da una gran tranquilidad saber que en algún resquicio de la naturaleza humana se guardan destellos de lucidez animal que indicarán qué y cómo hacerlo. También cuándo. Sin abrir un libro o tomar un curso. Improvisando. No sé ser padre, o papá como me gustaría que me dijeras, tampoco espero saberlo. Por el contrario, quisiera aprenderlo contigo.

La otra gran tranquilidad la encuentro al saber que cuento con alguien para compartir el sentimiento, tu mamá, Carolina. Esa otra voz de compañera y ahora de Magnífica Madre, tenías que verla durante el embarazo. Una opinión que durante el día y con más intimidad en las noches y susurrando, me ayuda a corregir sentimientos y pensamientos para producir decisiones más sabias.

Quisiera decirte que a veces sueño cosas simples para ti. Como que tu nombre rima con jirafa y con eso, un gusto ingenuo que comparto con tu madre de que gracias a esa feliz y simple coincidencia, podrás mirar desde otra perspectiva el mundo como es y cómo podría ser. Otras veces sueño grandes cosas y me imagino que en esta, tu familia, seremos capaces de construirte un escenario donde puedas cultivar tus virtudes.

El valor: esa fuerza emocional para ejercer la voluntad para alcanzar las metas ante la oposición externa e interna. Como valentía, perseverancia y autenticidad (honestidad).

La justicia: una fuerza cívica que subyace una vida comunitaria sana. Como la ecuanimidad, liderazgo, ciudadanía y trabajo en equipo.

La humanidad: la fuerza interpersonal que implica “atender y cuidar” a los demás. Por ejemplos el amor y la ternura.

La templanza: esa fuerza que protege contra los excesos como son el perdón, la humildad, la prudencia y el autocontrol.

La sabiduría: una fuerza cognitiva que implica la adquisición y el uso del conocimiento. Y te mencionaría la creatividad, la curiosidad, el buen juicio y la perspectiva (dar buen consejo a los demás).

La trascendencia: la fuerza que forja conexiones con el universo más amplio y que de esta manera proporciona significado. Como la gratitud, la esperanza y la espiritualidad.

En esta, tu casa, nos hemos preparado mucho para recibirte y te esperamos con ansias. Queremos conocerte y la única expectativa que tenemos, la rezamos todos los días: construir la familia más linda de todas.

Bienvenido hijo