Columnistas

Raspando la olla

24 de septiembre de 2015

Esta época electoral es un momento muy sensible para identificar dinámicas de corrupción, desde la contratación que a dedo paga favores, hasta la participación indebida en política de los funcionarios públicos. En el centro: la ambición política, esa profunda necesidad de algunos personajes de aferrarse ellos mismos o llevar a los suyos al poder.

Ahora, aunque algunos puedan decir que esto es mínimo ante otros riesgos electorales, como el acceso de una fuerza política o ideológica contraria al poder, la corrupción es el mayor reto social de nuestro país. La corrupción distorsiona nuestra economía y nuestra política, atravesándola de injusticia, permitiendo que los que no lo merecen lleguen a gobernar o acumulen una fortuna, desvía la inversión pública hacia intereses individuales y alimenta el establecimiento de grupos políticos enconados en el poder.

Por eso resultan tan preocupantes algunas investigaciones periodísticas que han dado a conocer medios como El Colombiano o la Revista Semana recientemente sobre la vinculación de actuales candidatos a la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia en dinámicas corruptas. No resultaría sorprendente que en la mayoría de municipios del país haya uno o varios candidatos con cuestionamientos similares. Los modos en que se organiza y gerencia una campaña política da muchas pistas sobre las formas de hacer política y eventualmente, de gobernar.

En este escenario no es mejor “malo conocido que bueno por conocer”, no podemos seguir aferrándonos a la sabiduría popular que en ocasiones nos vuelve estáticos, resignados a los malos gobernantes que nos tocó por suerte. Y lo digo porque hay personas buenas, que a través de los grandes sacrificios que implica la vida pública se lanzan en búsqueda de un mejor futuro para sus familias y comunidades.

Asimismo, resulta un momento propicio para escoger candidatos que le apuesten al control político, la rendición de cuentas y la transparencia; que se comprometan desde ahora, si aspiran a un concejo o una asamblea, a ejercer su papel de control político a la administración municipal o departamental, y si aspiran a una alcaldía o una gobernación a destinar recursos y esfuerzos sustanciales a comunicar efectivamente sus decisiones, evaluar sus programas y políticas y apoyar a las organizaciones que se encargan de hacerles veeduría.

Los ciudadanos tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para romper ese círculo vicioso de “robar para ser electo, ser electo para robar”. Y nuestro mayor poder en este escenario es el voto, una equis bien puesta en los tarjetones del 25 de octubre, una negación rotunda a los corruptos y su intención de hacer una fiesta de lo que es de todos. De seguir raspando la olla.