¡Reconversión!
Por cuenta de diversos eventos independientes entre sí, durante el presente año se han evidenciado los costos que genera y la problemática que enfrenta la política agropecuaria y agroindustrial.
El alto precio del arroz que pagaron los consumidores a finales de 2014 y durante el primer semestre de 2015 dejó en claro que la política de protección agrícola prima sobre los intereses y el bolsillo de los consumidores, especialmente de los de más bajos ingresos. El Gobierno poco hizo para asegurar una oferta adecuada y más bien protegió los intereses de los productores que gozan de un mercado protegido que les genera rentas.
Algo similar ocurrió con el precio de la leche. A pesar de la importancia que este bien tiene en la alimentación de los niños y los jóvenes, el Gobierno prefirió mantener un alto diferencial con respecto al precio internacional.
Estas altas protecciones, antes que estimular una mayor eficiencia y productividad, lo que hacen es inhibirlas. Además, frenan el desarrollo de los otros eslabones de las cadenas agroindustriales.
El reciente caso del azúcar, producto en el que los sectores industriales que la utilizan como un insumo buscaron una reducción sustancial del arancel, sirve para ilustrar cómo la política agrícola, en vez de promover el desarrollo económico y dinámico de las cadenas, lo entorpece y detiene la expansión en Colombia de los sectores agroindustriales. Al final lo que terminan haciendo es promoviendo que estos busquen oportunidades en otros países.
A todas estas, el informe que la Ocde realizó sobre la agricultura en Colombia puso el dedo en la llaga sobre los efectos que sobre el frustrante desempeño del sector tienen la política comercial y los altos subsidios.
En un informe de Fedesarrollo del año pasado se señala que, frente a las desgravaciones previstas en los TLC y en especial el que se tiene con Estados Unidos, el país debería acelerar la puesta en marcha de un programa de reconversión agrícola que, al tiempo que ayude a fortalecer la productividad y la competitividad de las actividades en las que tenemos ventajas comparativas y competitivas, facilite el tránsito de aquellas actividades en las que el país no tiene mayores ventajas hacia otras más promisorias.
No obstante que desde la apertura comercial de los noventa se ha hablado de la necesidad de la reconversión agrícola, los avances y las realizaciones en esta dirección han sido muy escasos.
Si el país hubiera hecho más énfasis en esta dirección, probablemente los problemas que hoy enfrentamos con el azúcar (igual que los del arroz y la leche), serían menos traumáticos, pues resulta difícil creer que los ricos suelos del Valle del Cauca no están en capacidad de ofrecerle un uso alternativo (igualmente productivo y rentable) a las tierras sembradas en caña de azúcar.
Las problemáticas referidas y las dudosas decisiones adoptadas lucen más como un fracaso de la política agrícola que como una acción gubernamental exitosa. Un país moderno, como el que busca este Gobierno, requiere de decisiones eficaces y no de paños de agua tibia que lo único que hacen es aplazar los problemas.