Recuperar los liderazgos pujantes
Bolívar, que pretendía reformar las instituciones, pues sentía que al pueblo no le llegaban los cambios prometidos durante la independencia, estaba enfrentado abiertamente a las élites que gobernaban a Colombia. De camino al exilio, se preguntaba si tal vez no estábamos listos para ser una nación libre y se lamentaba por el privilegio de los intereses de unos pocos sobre los intereses del pueblo.
Al final de su mandato, Álvaro Uribe terminó con un alto nivel de aceptación popular. Muchos coinciden, incluso algunos de sus seguidores, en que fue un error que buscara su segunda reelección. En mi opinión, nunca se resaltó que acató sin reparos el fallo de la Corte Constitucional que le impidió esa posibilidad.
Por el contrario, sus detractores nunca le perdonaron su pugnacidad. Escribieron ríos de tinta por la forma en que se habrían conseguido los apoyos para la aprobación de la reelección, aunque poco o nada dijeron cuando se comprobó el apoyo de Odebrecht a la campaña de Santos, ni con los dineros, apenas comparables a los del proceso 8.000, que se repartieron para asegurar su victoria en 2014.
Uribe prefirió seguir en contienda en vez de retirarse como expresidente, llegó nuevamente al Senado acompañado de su partido, se defendió de la persecución de un sector de la corte, impulsó candidaturas, se opuso al acuerdo de paz con las Farc y naturalmente fue desgastando su imagen. Mientras tanto, con cada columna de opinión, en el imaginario de las nuevas generaciones se fue cambiando la narrativa de lo que fue su gobierno; quienes simultáneamente reclaman medicamentos gratuitos tuitean los horrores de la Ley 100 y lo culpan de todos los males que aquejan al país, echando al olvido sus aciertos. Yo lo digo sin vergüenza, aunque no he acompañado en política al expresidente: ¡Uribe nos devolvió la libertad y la confianza en nuestro país, y merece garantías que le han sido negadas!
Como si fuera poco el gobernador de Antioquia también está detenido producto de una medida desproporcionada que vulnera a nuestra región; Daniel Quintero desconoce el gobierno corporativo de nuestra preciada EPM y la portada de El Espectador se burla con sarcasmo de nuestro orgullo paisa, al tiempo que algunos políticos y columnistas maltratan a nuestros empresarios que, junto con la academia y con las instituciones, son responsables de la transformación de Medellín.
Para concluir, creo que estamos llamados a recuperar los liderazgos pujantes y transformadores de realidades sociales que nos han caracterizado, no podemos permitir que nos reduzcan a prisión domiciliaria para satisfacer las ansias de poder de unos cuantos y poner en riesgo lo que hemos construido como sociedad.