Red de Escuelas y Bandas de Música de Medellín
1996 será siempre una fecha importante para la historia de Medellín, porque fue el año en el que el alcalde Sergio Naranjo, más conocido en el fútbol que en la política, hizo gol olímpico para la cultura de la ciudad. Por iniciativa de Juan Guillermo Ocampo, gerente de la Fundación Amadeus, creó la Red de Escuelas y Bandas de Música de Medellín.
Temerosos con la responsabilidad para responder por el inventario de tan costosos instrumentos, muchos rectores de la ciudad se negaron a que sus instituciones fueran experiencias piloto del proyecto. Con esa presunción llegaron a la Institución Educativa Benjamín Herrera Don Julio Fernández, delegado de la Secretaría de Educación, el párroco Alejandro Restrepo, su coadjutor y el gerente de la empresa Amadeus, que ejecutaría el programa. Creían necesario unir argumentos para que el rector aceptara la invitación. No esperaban que mi respuesta fuera inmediata y positiva. Con amor a primera vista, sin observación o condición alguna, al instante respondí: mañana es tarde. A la semana siguiente llegó el camión, y empezaron a bajar un hermoso piano, y luego las tubas, cornos, flautas, saxofones, trompetas, clarinetes, trombones y los instrumentos de percusión. Siete años después, fue imposible contener lágrimas de alegría cuando asistí a su presentación en el Palau de la Música de Valencia, España. En la orquesta, integrada por ochenta jóvenes, había tres de mis estudiantes a los que había visto de niños dando los primeros pasos, inicialmente con las flautas dulces.
A punto de cumplirse la segunda década de supervivencia de la Red, cada año que pasa me sorprende más su importancia. Es un proyecto de largo aliento que viene marcando profundas huellas de humanidad en nuestra sociedad. Hoy, operado por la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, tiene 27 Escuelas de Música y una cobertura de cuatro mil seiscientos estudiantes entre los 7 y 24 años de edad, provenientes, en su mayoría, de sectores de alta vulnerabilidad social. La mitad de sus directivos y profesores son egresados de las escuelas, y cerca de mil de sus jóvenes son integrantes de agrupaciones de alto nivel en los ámbitos local, nacional e internacional. En días recientes sentimos orgullo con el nombramiento de Juan Pablo Valencia Heredia, de la primera promoción de la Red, como director del Departamento de Orquestas de la Fundación Nacional Batuta.
Pero, más que las cifras estadísticas en formación de buenos músicos, el mayor impacto del proyecto está en la nueva generación que viene gestando. El propósito de su creación, en una etapa álgida de la ciudad, fue arrancar a la narco-violencia un buen puñado de jóvenes, y fomentar la cultura de la paz. Al alcalde Naranjo le oímos decir: “Cuando un niño abraza un instrumento musical, jamás empuñará un fusil contra el prójimo”. Más allá de aquel propósito urgente y coyuntural, la Red se ha convertido en un semillero, no solo de excelentes músicos, sino de gente buena. Cada uno de sus integrantes es un nuevo foco de gestación de la sociedad que queremos formar.
Ya es tiempo para hacer un balance académico sobre el impacto de este proyecto en la transformación de sus integrantes y su ciudad. En el vasto desierto de valores que nos amenaza, estos niños y jóvenes son el oasis que aviva la esperanza de días mejores. Ahí está cifrada una clave importante de uno de los caminos por los que podríamos regresar a los buenos modos de convivencia y profunda experiencia existencial de décadas atrás.