Reencontrarse con los libros
No hay placer más grande que recuperar los libros, darles la bienvenida a un nuevo hogar. Así como muchos padres son felices con los hijos cuando regresan después de estar muchos años lejos, yo soy feliz cuando vuelvo a tener todos mis libros cerca. Liberarlos de las aterradoras cajas que los contuvieron durante meses, es sentir que mi alma también vuelve a ser libre. Por más que saco y saco libros de cajas chicas y grandes nunca reniego de ellos, al contrario, me gusta que se multipliquen, que vuelva a ver algunos como si nunca los hubiera visto, como si fueran un nuevo regalo para mí.
Sé muy bien qué libros tengo, al menos presumo de mi memoria, de mis antojos, de aquel que vi por ahí y fue un amor a primera vista o fue el fin de una búsqueda que ya creía perdida. Con mis libros lo tengo todo, salen de las cajas y les voy dando el lugar visible que se merecen en la casa. Ellos son los pilares del hogar, por ellos tengo este nuevo espacio. En la medida que los filo siento que voy creando una pequeña obra de arte. Me detengo y los miro, me sorprendo cómo han crecido, cómo me han hecho crecer a mí, cómo me han salvado de las tristezas. Mis libros no son celosos, ellos saben que aquí vivimos todos y nos amamos todos. No hay discriminación en este hogar de libros. Apenas pienso en todo lo que tienen en sus barrigas, yo siento amor, se me mueve la mía, quiero creer en la inmortalidad para que nunca se queden solos.
Después de un largo día de reencuentro, de mirarles las caras y dejarlos para que tomen aire, me siento en mi estudio y los contemplo. Hay un ojo de García Márquez que me mira detrás de un cerrito de libros de Juan Carlos Onetti, Montesquieu y Clarice Lispector. Saco de la mitad el de las “Cartas persas” que me regaló una amiga hace años, lo abro y leo: “Nunca están ociosos los que quieren instruirse; así, aunque yo no tengo asunto ninguno importante, estoy continuamente ocupado. La vida la paso examinando, por la noche escribo lo que he visto y notado por el día: todo me interesa y de todo me maravillo, como una criatura en cuyos órganos, tiernos todavía, se graban los más mínimos objetos”. Mis libros siempre me dan una justificación para seguirlos queriendo, para mirarlos como los padres miran a sus hijos, para seguir aprendiendo de la vida y de ellos.
Luego veo la cabeza al revés de Oliver Sacks que está estampada en esa autobiografía memorable, veo a Bertrand Russell al lado de Charles Chaplin y un título que parece un mensaje claro y contundente: “La historia comienza”, de Amos Oz, un libro sobre los inicios en la ficción que ahora, en este instante de mi vida, es más que pertinente. “¿Dónde empieza un relato como es debido?”, se pregunta. Yo siento que mi vida es un nuevo párrafo de entrada. Al fin estamos otra vez juntos, y al frente de mi ventana hay árboles y un panal de avispas hermoso.