Columnistas

Reencontrarse con los libros

10 de marzo de 2016

Creo que es bien conocida la historia de Walter Benjamin y su biblioteca, pero solo por si algún lector no la sabe quiero resumirla brevemente. Pocas semanas antes de que Hitler llegara al poder, el filósofo huyó de Alemania, sus libros quedaron en manos de un vecino quien luego enviaría su parte más preciada a Dinamarca, donde él vivía con Bertolt Brecht. Después, Benjamin viajaría a París llevando consigo sus libros; sin embargo, la escasez de dinero le obligó a vender algunos de estos volúmenes.

Su melancolía aumentó cuando, al intentar salvar la mitad de su biblioteca que se había quedado en Berlín, alguien le dijo que sus libros y documentos habían sido destruidos. Benjamin nunca pudo superar esta pérdida, o al menos así lo recuerda su alumna Hannah Arendt, quien dijo que su suicidio podía obedecer a una crisis existencial más profunda causada precisamente por la pérdida de sus libros. “¿Cómo iba a vivir sin su biblioteca?”, una pregunta apenas normal que yo también me hago así los tiempos hayan cambiado un poco, ¿cómo alguien puede pasarse por la vida sin libros, sin una biblioteca en casa?

Yo, que he saltado de un lugar a otro porque el dinero no me da para tener un espacio propio, no para mí, sino para mis libros, cada que tengo que mudarme escucho ideas como: “Es un buen momento para salir de tantos libros”. Ante semejantes sandeces, lo único que atino a responder es que primero les busco refugio a ellos más que a mí mismo, mi vida sencillamente no tendría sentido sin mis libros, que pueden no ser las ediciones que atesoraba Benjamin ni mucho menos las que se encargó de conseguir por años Umberto Eco, pero son mis libros, los que yo conozco, los que he leído y subrayado, los que me faltan por leer. Nunca, mientras empaco y desempaco las cajas, que en cada mudanza se multiplican, se me ha cruzado por la mente deshacerme de algunos para alivianar y hacer más simple el orden, al contrario, me llena de placer guardarlos bien en sus cajas para que no les pase nada y el reencuentro siempre es una fiesta de recuerdos, una alegría que me dice que a pesar de todo volvemos a estar juntos, como unos amigos imbatibles.

Por supuesto tardo mucho en darles un nuevo orden, pienso en Georges Perec y su forma de organizar los libros, que va desde una clasificación alfabética, pasando por continentes o países, hasta colores, encuadernación, formato, idiomas, prioridad de lectura, etc., o como el mismo Perec decía, el orden de una biblioteca se da por la combinación de todos estos modos y de otros que solo le sirven a uno para saber cómo encontrarse con una frase, con un recuerdo, con una aventura que uno quiere volver a repetir con tan solo abrir las páginas de los queridos amigos.

Ahora que estoy en este reencuentro, ahora que mis libros rebosan en un desorden hermoso, los contemplo, abro páginas al azar mientras recuerdo que Benjamín también decía que cada volumen de una biblioteca representa un “destino” individual que con el tiempo hablará de lo que hemos sido.