¿RENUNCIARÍA LA SEÑORA MINISTRA?
Si la Ministra Ginna Parody plagió su proyecto sobre alimentación escolar de la iniciativa que presentó la senadora Sofía Gaviria, lo que está por probarse, puede configurarse un grave factor de descrédito del gobierno, que influya en el deterioro de la transparencia de la que tanto se alardea. Pero además sería el colmo que nada menos desde la dirección de las políticas educativas y formativas del Estado se diera un mal ejemplo, por más positivos que hayan resultado programas como el de Ser pilo paga y otras decisiones ministeriales.
En Colombia ha habido una dañina longanimidad en materia de plagio, ensanchada por la primitiva falta de sindéresis y la enfermedad crónica del relativismo valorativo que aprueba el todo vale. Ha sido una indulgencia alcahueta, sólo alterada por alguna condena como la que mereció hace algunos años una profesora de maestría en literatura que se arrogó la autoría del trabajo de una alumna y lo publicó en una revista mexicana. Los casos denunciados suelen dilatarse hasta quedar cubiertos por la niebla del olvido. Esto ha sido parte de la normal anormalidad moral y ética de un país en el que las responsabilidades se diluyen y nadie resulta culpable, pero al final es a toda la sociedad colombiana, incluidos los ciudadanos libres de sospecha, a la que le toca pedir perdón por las faltas de los transgresores solapados que se lavan con las aguas depurativas de la política.
El plagio es un delito que muestra irrespeto de los derechos ajenos, en particular de la propiedad intelectual, y escuda una carencia irritante de originalidad. Es reflejo de la decadencia de la imaginación. En países que nos aventajan en educación y cultura la sanción social y política ha sido inmediata y drástica. En Alemania, por ejemplo, en 2011 y 2013 han caído dos ministros de Angela Merkel, uno de Defensa y otra de Educación, porque incurrieron en plagio con sus tesis de doctorado. Para rehabilitarse necesitarían dos o tres reencarnaciones. Aquí, en cambio, “nadie se desacredita lo suficiente” (decía un pensador) y cuando cae rebota y aparece más arriba, o esgrime el argumento de que no le importa perder credibilidad mientras cuente con el 80% del apoyo de un Congreso con el que está compartiendo el penoso puntaje en las encuestas.
Es obvio que muchas personas pregunten si la Ministra renunciará por estar involucrada como presunta responsable de plagio, o si lo hará en caso de comprobársele la falta. Pongo en duda que eso vaya a suceder, pues un gobierno agobiado por la impopularidad impedirá la salida de una funcionaria bien evaluada por la gente, a menos que se verifique una creciente y formidable presión social, que parece ilusoria, contra una muestra del carácter deseducador del Estado.