Ruiz, marmolejo y la verdad
Que bueno que por fin en Colombia se quiera conformar una verdadera comisión de la verdad, con mandato legítimo, con composición objetiva, con unos fines bien determinados y una metodología que le permita inmiscuirse en los oscuros laberintos de nuestra memoria colectiva. Que bueno.
Como sostiene Kundera, la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. Y ello es así porque la historia que leímos fue escrita siempre por la pluma del poder; el poder que confieren las armas, pero también el dinero y la nobleza; el poder que permitió a unos pocos contarnos la historia a su manera. El problema de esa historia dictada por los intereses del poder es que está diseñada para perpetuar la injusticia y con ella la violencia. Por eso la verdad puede ser la puerta para encontrar la paz y la reconciliación de un pueblo.
Una Comisión de la Verdad que cumpla con los estándares internacionales es una herramienta que ya se ha probado en 4 continentes y al menos 34 ocasiones con relativo éxito y que si tiene unas reglas claras de investigación y difusión puede ser la puerta de entrada a la paz en Colombia.
Para que ello sea así, la verdad que resulte de la Comisión debe ser el inicio de la justicia. No debe servir la verdad para excusar las mentiras ni validar los crímenes, y sobre todo no, para obsesionarnos con justificar la sangre de hoy a costa de las injusticias de otros tiempos.
Que nadie se atreva a excusar las muertes del Coronel Ruiz y del patrullero Marmolejo con la reforma agraria del 36 o con la muerte de Gaitán en el 48, porque ninguno de ellos había siquiera nacido en esas épocas; porque la constitución que defendían ni siquiera la hubiesen imaginado los campesinos de Marquetalia, y porque no es justo que hoy mueran hombres y mujeres por lo que hicieron las generaciones pasadas.
Para lo que debe servir la verdad es para explicarnos porqué si hace menos de un año las Farc decían que se comprometían a no causar más víctimas, hoy continúan convirtiendo los ríos de Colombia en veneno; tienen a Nariño convertido en zona de guerra; asesinan a sangre fría a policías heridos y siguen acabando con la infraestructura indispensable para la población civil en decenas de municipios.
Algunos dirán con mucha razón que es indispensable indagar por las causas del conflicto, de acuerdo, pero primero es necesario entender que cada época ha generado sus propias causas y dinámicas. Las causas de hoy no son las causas de ayer.
Lo que hoy hay que preguntarse realmente es qué tan largos son los brazos del narcotráfico y hasta dónde carteles como el del Norte del Valle están metidos en estos diálogos. Esa es la verdad que le puede dar fin a este conflicto. Las verdades de lo que sucedió hace 60 años son buenas para entender el pasado, pero no explican el presente, no le van a devolver la vida a Ruiz ni a Marmolejo, ni le van a dar solución a lo que hoy nos sucede.