RUMBO POLÍTICO (Y 3)
El Frente Nacional, el proceso constituyente de 1990 y la Constitución Política de 1991, afectaron de manera importante el comportamiento político de los colombianos. El primero, porque los acuerdos entre los partidos tradicionales, liberal y conservador, para alternarse en el ejercicio de la Presidencia y compartir las estructuras del poder, si bien tuvieron efectos positivos en materia de control de la violencia política, significaron la exclusión de amplios sectores, con ideas distintas y aspiraciones diferentes, quienes se vieron relegados de toda posibilidad de participar en los destinos políticos de la nación. Con el tiempo el Frente Nacional originó en algunos la necesidad de acudir a movimientos al margen de la ley para expresar sus ideales políticos, y en otros generó una innegable apatía política, que aún hoy se experimenta.
El proceso constituyente de 1990, aunque se presentó como un mecanismo indispensable para la pacificación del país y el control del narcotráfico, por los sucesos que ocurrieron al interior de la Asamblea Constituyente, tuvo resultados políticos muy diferentes a los propuestos, demostró que la violencia y la desigualdad no se corrigen con normas constitucionales y peligrosamente introdujo la cultura de la inestabilidad constitucional, caracterizada por la idea equivocada de que los problemas y los cambios sociales se pueden lograr por fuera de las dinámicas sociales.
La Constitución de 1991, producto de aquella constituyente, instaurada con desconocimiento de los límites establecidos por la anterior Constitución, fundamentó su legitimidad en el concepto de participación ciudadana y el respeto de los derechos humanos, pero con consecuencias negativas en materia de seguridad jurídica y garantía de la supremacía de la Constitución.
En este contexto se reguló el sistema electoral, caracterizado por el desconocimiento de la importancia de los partidos políticos, la dispersión de movimientos y el desmonte de doctrinas y principios, con el argumento de que lo más importante es utilizar instrumentos (incluso ilegales) para obtener el respaldo de los electores.
Este esquema hizo que en Colombia, como en otros países, entraran en crisis los partidos políticos tradicionales, que terminaron por convertirse en grupos cerrados para compartir las prebendas del poder, con un preocupante incremento del espectro de la corrupción y el odio de la sociedad hacia lo político. Por ello en Colombia y quizás en América Latina, a diferencia de lo que viene sucediendo en Estados Unidos y en Europa, la disputa no es entre concepciones políticas de derecha o de izquierda, como en ocasiones se quiere presentar. Es entre personas que tienen orientaciones diferentes o ligeramente diferentes sobre el manejo de asuntos específicos en momentos históricos concretos. No existe la concepción futura del Estado, propia del estadista, sino ideas sueltas ancladas sobre un tema relevante de coyuntura, que ya no es la paz sino la corrupción.
Bajo estos parámetros, muchos candidatos prefieren apartarse de los partidos y presentarse como outsiders o antisistema (por fuera o en contra de las estructuras de poder), no obstante haber pertenecido y recibir apoyos de líderes representativos de la política tradicional.