Columnistas

Seamos estratégicos

22 de octubre de 2018

Querido Gabriel,

La palabra estrategia, de origen militar, ha dado un giro magnífico y actualmente la usamos con frecuencia en nuestra vida cotidiana y empresarial. Desafortunadamente, su uso indiscriminado hace que pierda sentido. Suena tan bien y tiene tanta fuerza, que hay quienes la usan para reemplazar “habilidad”, “importancia” u otras. Hace poco, por ejemplo, oí a un joven hablar sobre su frustrado intento de enamorar a una mujer, diciendo: “me faltó ser más estratégico”. En el trabajo se oye, cuando alguien quiere ganar impacto: “¡esto es muy estratégico!”. Me gustaría que podamos hablar de este tema, no solo como concepto empresarial, sino como una manera de ser, pensar y actuar. ¿Conversamos sobre cómo resignificar a la tan maltratada y fundamental estrategia?

Esta semana tuve una jornada con Alejandro, el mejor y más agudo conversador sobre estrategia en nuestro país. Es un consultor que resulta siendo una mezcla de terapeuta organizacional con filósofo de las empresas. Es fascinante compartir con él. ¿Has visto que las organizaciones y recientemente las personas, hablan de planes estratégicos o proyectos de vida? Yo, que me eduqué como ingeniero y trabajé en áreas de planeación, fui seguidor por muchos años de su majestad el plan y de su santidad el presupuesto. Pues la invitación de Alejandro es a dejar atrás la planeación clásica y evitar organizacional y personalmente los “planes estratégicos”. “El plan ha muerto”, le oí decir una vez, “¡viva la estrategia!”.

Se trata de ser único y relevante, no solo mejor. ¿No crees que es más importante lo que hacemos que lo decimos que queremos hacer? ¿Será que son más clave la disciplina y el foco alrededor de unas escogencias basadas en nuestra identidad, que la búsqueda desenfrenada por ser igual a otros? ¿Será mejor conversar sobre estrategia y sobre cómo organizarnos para encarnarla, que poner unas declaraciones comunes a la entrada de las oficinas o fábricas? ¿Será que escoger nos duele, porque implica renunciar, pero de ese dolor emanan todas las victorias? Conversemos sobre esto para las organizaciones y para la vida.

¿No crees que en lo público también deberíamos hablar de estrategia, con este sentido? ¿Acaso no son más exitosos los países que escogen un destino único, a partir del encuentro con su más pura esencia y se organizan para ello? Por otro lado, ¿aplicarán estos conceptos también para personas? Alejo dice: “Estamos en el arte de crear la organización que no existe, la deseada, desde la que existe”. Imagina que reemplazas organización por persona en esta expresión.

Nuestro consultor habla de la búsqueda de balance entre la entropía (el desorden creador) y la inercia (la pereza y el impulso); del aprendizaje como esa posibilidad de ver el resultado emergente, evidenciar lo inesperado, y actuar en consecuencia; afirma que debemos luchar contra el razonamiento defensivo, que bloquea el aprendizaje. Hacer estrategia es conversar filosóficamente. ¡Qué maravillas haríamos con nuestras empresas y con nosotros mismos si llenáramos de filosofía nuestros diálogos!

Además, las buenas estrategias contienen su dosis de belleza. “Las organizaciones están construidas sobre un secreto, y sus conversaciones son sobre todo sobre ese secreto”, le oí decir. ¿Y si pensamos que hacer estrategia es ese proceso individual u organizacional para encontrar ese secreto? Finalmente, para que inspiremos la tertulia, esta idea de Alejandro: “Un ejercicio de estrategia solo lo puede hacer gente libre”.

*Director de Comfama.