Columnistas

Separados radiantes

19 de febrero de 2015

Esos muchachos, Carlos Mario Aguirre y Cristina Toro, toderos del Águila Descalza, sí que son bien cuartos: decidieron separarse para ser felices... y lo lograron.

“Conocer a Cristina pagó mi venida al mundo”, admitió por Caracol el hombre que nos hizo quedar bien a los machos con semejante reconocimiento a su dama. Los varones angurriosos solemos quedarnos con el pan y con el queso del poder doméstico.

Otra bella hipérbole de Aguirre: “Mi vida sin Cristina sería vacía”. A esta metáfora solo le falta música de bolero ... y a sacar pareja. Ahí y en sus cuadros está pintado.

Ella confiesa que vino al mundo con Carlos Mario incluido en el paquete y que el aspirante a dormir a su poético rincón deberá tener en cuenta esta ecuación antes de dar cualquier paso adelante.

“Cómo separarse para ser felices”, podría titularse un libro que les resolvería los problemas de chequera. Pero ellos decidieron vivir, amar, actuar, separarse, alegrar, asombrar a partir del humor. No los desvela el vil metal.

Hasta porno le metieron al asunto cuando el varón domado reveló que en las giras nacionales el uno enjabona al otro. No aclaró si después intentan gimnasias menos inocentes.

El publicista JM Raventós asegura que si uno no se divorcia rápido corre el peligro de encapricharse del otro. Otra “jurisprudencia” pescada al azar reza: lo malo de los matrimonios felices es que no hay ninguna posibilidad de separarse.

Separados radiantes como las águilas descalzas son peligrosos para las relaciones de pareja: más de un “mártirmonio” ha debido plantearse la disyuntiva de seguir monótonamente casados, o separarse.

Convirtieron la separación en otra de las bellas artes. Cuando prescindieron de los complejos del otro, no tuvieron problemas para repartirse la licuadora, el reloj despertador, la bacinilla y otros chécheres. Queda la duda sobre “cómo se repartieron los amigos...”.

“Nunca hemos dejado de amarnos”, coincidió la insólita pareja de actorazos.

Vivir juntos pero no revueltos paga. Felipe López, mandacallar de Semana, y Lila Ochoa, patentaron otra forma de coexistencia pacífica que envidiaría Gandhi: habitan cambuches separados pero se encuentran para socializar con el estrato diez.

El escritor Juan Gustavo Cobo barajó de una forma menos poética pero más práctica. En uno de sus apartamentos bogotanos, el cantor del circo de Botero vive con su gaucha esposa y con su hija y en el otro “habitan” sus libros.

Cuando eran infelices porque vivían juntos, Carlos Mario hablaba hasta por los codos. Tomó muy a pecho aquello de que uno se casa para tener con quién conversar. Ahora hablan previa venia del otro.

Más confesiones de Carlos Mario: “A Cristina le debo mi forma de relacionarme con el mundo”. “¡Ella es mi inventora!”.

Sospecha de moraleja: Si desea ser feliz termine su desayuno, el bostezo que se está regalando y vuele a separarse de su mujer.

Nota: Vas a hacer falta, hombre Johir Akerman. Ponías la diferencia en las páginas editoriales. Avisá dónde vas a escribir pa seguirte