Siete veces Pedro
Este es un libro de dos sobrevivientes. El uno es el periodista Pedro Claver Téllez, quien tiene siete vidas como los gatos: ha sobrevivido a secuestros, accidentes, atentados. La otra es Lorena Álvarez, su autora: hace nueve años, el carro en que viajaba con varios amigos chocó contra un bus. Ella sufrió un trauma cerebral y estuvo en coma varios meses. Perdió el habla y la memoria. No pudo volver a caminar. Después de seis años, con una fuerza de voluntad indoblegable, aprendió de nuevo a leer y escribir. El resultado es este libro, publicado por Amazon.
Una de las primeras “muertes” que relata el libro es la de Pedro Claver Téllez, cuando iba por el cañón de un río, entre abismo y abismo, y en medio de la lluvia, la mula en que viajaba tropezó con una piedra.
“El animal me tiró al piso y estuve a punto de rodar a un abismo. Me levanté con las rodillas y los codos raspados y, cuando llegamos a Gaitania, tuve que ir de urgencia a la única droguería del pueblo” cuenta Pedro. Mientras le hacía la curación, el farmaceuta le preguntó qué estaba haciendo por esos caminos. Luego le dijo: “Aquí, en el andén de mi negocio, mataron a Charro negro. El asesino le disparó por la espalda. Charro negro cayó muerto aquí”.
Charro negro era, en realidad, Jacobo Prías Alape, un campesino que militó en las guerrillas liberales de los años cincuenta y luego se casó con Rosa Marín, una de las hermanas de Pedro Antonio Marín, alias Tirofijo, el jefe máximo de las Farc. Unos días después del asesinato de Charro negro, Tirofijo y los campesinos se levantaron en armas.
Pedro Claver guardó la historia por casi 30 años. Con el tiempo, encontró en los periódicos y en los libros la historia verdadera de los personajes de los que le habló el farmaceuta. Entonces comprendió que esos hechos dieron lugar al nacimiento de las Farc.
Así son las historias en los libros de Pedro. Téllez nació en 1941 en Jesús María, un pueblo de Santander, donde siendo todavía un niño le tocó ver crímenes espantosos. “Mi papá tenía un granero al que llegaban camiones a cargar y descargar bultos” dice. “Había un gigante que, en vez de la mano derecha, tenía un garfio y se lo amarraba con correas. Él agarraba los bultos con el garfio y los echaba al camión. El 9 de abril, el tipo, que era liberal a muerte, le enterró el gancho en la barriga a un conservador. Después no se lo podían sacar. Yo vi eso y me desmayé”.
Pedro se educó en Bogotá oyendo historias de estas de boca de Pedro, su padre, y de su abuelo Rosendo. El abuelo había sido soldado en la Guerra de los Mil Días, desde los 12 años: había cargado el fusil del General Rafael Uribe Uribe en la batalla de Palonegro, la más sangrienta de esa época.
Aunque en su juventud ensayó a ser ciclista y participó en la Vuelta a Colombia en bicicleta, en la década de 1960 Pedro Claver eligió el oficio que había aprendido con su padre: el de las letras. En Cali, consiguió trabajo de profesor en un colegio y empezó a escribir cuentos. Luego se metió al periodismo.
Cuando se fue a vivir en Bogotá, trabajó en la agencia Periodistas Asociados y en el periódico El Bogotano. También fue redactor de Cromos. Desde entonces ha publicado más de una docena de libros, entre los cuales se destacan Crónicas de la vida bandolera, Efraín González, Rebelde hasta morir y La hora de los traidores.
Siete veces Pedro está dedicado a contar la vida de este cronista obsesionado por nuestra violencia. Y es puro periodismo puro y duro.