Columnistas

SILLA DE RUEDAS

29 de diciembre de 2014

Por una desafortunada situación, tuve que recurrir a una silla de ruedas durante un paseo por varios países del viejo continente.

Conté con la gran solidaridad de mis compañeros de viaje que se turnaron para empujar mis casi 120 kilos por las calles de las milenarias ciudades que visitamos.

En ese arduo trasegar tuve que recurrir a la asistencia del personal de ayuda en los aeropuertos y quedé maravillado de la logística que gira alrededor de él.

Nunca me había percatado de ese servicio porque no lo había requerido y hoy, después de haber sido usuario, no puedo más que maravillarme de él.

Hombres y mujeres entrenados para empujar cuidadosa y diligentemente pasajeros que necesitan desplazarse en silla de ruedas.

Rutas especiales, alejadas de las enormes colas de viajeros, puertas que se abren con tarjetas para facilitar los desplazamientos, relevos de “empujador” cuando los recorridos son muy largos, vehículos acondicionados para transportar sillas de ruedas, pacientes esperas cuando las circunstancias lo exigían.

Peruanos, colombianos, centroamericanos, alemanes, en fin, de todas partes del mundo que trabajan como asistentes del servicio de silla de ruedas.

Mi paseo no fue como lo hubiera querido, pero estos personajes fueron un gran paliativo para mí. Y lo mejor e inimaginable: nunca me cobraron nada, todo es parte de la logística de los aeropuertos.

Espero que nadie nunca tenga que viajar en silla de ruedas pero si le toca, podrá apreciar un servicio lleno de calidez, respeto y eficiencia.