SIN DECLARACIONES DE IMPUESTOS, NO HAY EMPLEO EN LA CASA BLANCA
Por NORMAN EISEN Y RICHARD W. PAINTER
redaccion@elcolombiano.com.co
Como consejero ético para el actual presidente y su predecesor, escudriñamos sus declaraciones de renta antes de que fueran reveladas cada año. También trabajamos de la mano con nuestros colegas para revisar muchas declaraciones de renta de nominados presidenciales para el gabinete y otros puestos. Con base en las pocas páginas de las declaraciones de 1995 de Donald J. Trump que se han hecho públicas, hemos llegado a la conclusión de que nadie en su posición habría sido nominado, mucho menos confirmado por el Senado, durante ninguna de las administraciones bajo las cuales servimos.
Si un candidato presidencial no puede cumplir con ese estándar, entonces cuestionamos sus calificaciones para la oficina más alta del país.
En tanto la administración Bush como la de Obama, una mala actitud en cuanto al pago de impuestos dañó el acuerdo. Ambos vimos instancias de nominaciones que fueron destruidas por el discutiblemente legal pero despreciable uso de tecnicismos, así como el no pago de impuestos de seguridad social, la toma de deducciones excesivas para oficinas en el hogar o la esquivación de impuestos sobre ventas en compras fuera del estado. Explicar al Senado y al pueblo americano cómo un billonario podría tener un “traslado de pérdidas” de US$ 916 millones que posiblemente le permitió no pagar impuestos por más de una década, tal vez hasta por 18 años, habría sido demasiado difícil para la Casa Blanca cuando muchos americanos trabajadores le pasan una tercera parte o más de sus ganancias al gobierno.
Cualquier nominado que nos dijera a cualesquiera de los dos que tenía una “responsabilidad fiduciaria” como hombre de negocio o con su familia de pagar lo mínimo posible en impuestos, como lo expresó Trump, le habríamos dicho que dejara de desperdiciar el tiempo del presidente. Quienes creen que tienen un deber legal de poner el interés personal por encima del interés público no tienen lugar en el servicio público. Además, estamos hablando de declaraciones de renta personales. No hay tal “deber fiduciario” hacia uno mismo como hombre de negocio. Eso, como lo hemos dicho antes, se llama avaricia.
Muchos de nosotros queremos servir de ejemplo y enseñar a nuestros hijos las responsabilidades así como los enormes beneficios de ser americano.
La ley no requiere que oficiales corporativos y directores eviten el pago de impuestos, mucho menos que agresivamente se aprovechen de las estrategias para eliminarlos por años venideros.
Algunos directores corporativos y ejecutivos hacen este falso argumento de deber fiduciario para justificar decisiones egoístas de usar tecnicismos, como la infame táctica de “inversión de impuesto” de trasladar las sedes principales corporativas a Irlanda u otro paraíso fiscal, enviando ingresos y empleos por fuera de los Estados Unidos. Sabemos que cuando Trump se queja de tácticas de evasión legales pero antipatriotas, en efecto se está quejando de sí mismo.
Lo que finalmente sella el fracaso aquí es la objeción de Trump a la revelación de la limitada información que ha salido a la luz y su negativa a revelar más. En la Casa Blanca pedimos a nominados para posiciones confirmadas por el Senado que firmen una dispensa para que podamos solicitar información del IRS.
Ninguno de nosotros recuerda un solo nominado que se haya negado, y con buena razón. Si la Casa Blanca demora la revelación de las declaraciones de renta de un nominado, y ni hablar de decirle al Senado que un nominado no las quiere revelar, la nominación estaría muerta desde el principio.
El actual Secretario del Tesoro del Presidente Obama, Jacob J. Lew, tuvo que presentar seis años de declaraciones de renta antes de ser confirmado.
Ningún nominado presidencial con la situación de impuestos de Trump, sus años de declaraciones no reveladas y su actitud hacia el pago de impuestos podría ser aprobado por el Senado.
Ciertamente, ningún presidente se habría atrevido a nominarlo. Todos nosotros deberíamos tomar eso en cuenta cuando evaluamos la idoneidad de Trump para la Oficina Oval.