Sin mitos ni leyendas
En Colombia odiamos que nos tumben nuestros mitos, y más cuando estos son los que dirigen nuestras vidas o nos sirven de excusa para explicar cualquier cosa. Alrededor de la naturaleza existen muchos, pero el más conocido está relacionado con el comportamiento del agua. El comportamiento ante el anuncio del actual fenómeno de El Niño es el ejemplo más claro.
Desde hace casi 9 meses se vine anunciando la sequía para diciembre de este año y comienzos del otro, y los gobiernos nacional, regional o local no hicieron nada preventivo. Lo contrario, han negado sus efectos y se han mofado de las actuales lluvias. Pobre Colombia, sin haber aprovechado estos meses lluviosos, la economía del país nuevamente desnuda y sin alguna protección, se expondrá a la pérdida de su materia prima más importante, el agua.
Si hablamos del impacto en la inflación, el efecto más sobresaliente estará relacionado con la reducción de la oferta agrícola y de su aumento en los precios de los alimentos perecederos. Se reducirá la pesca marítima y los volúmenes de carga en los ríos. En el sector hidroeléctrico, a pesar de contar con una infraestructura más amplia de generación térmica, la disminución de los niveles en los embalses continuará, y esta seguirá acompañada por los incrementos tarifarios. En la salud aumentarán las enfermedades tropicales y más de 250 municipios nuevamente vivirán el frecuente racionamiento. Los incendios forestales en las zonas protegidas se multiplicarán sin control.
Según el Banco de la República y cálculos realizados por el Ministerio de Agricultura, la presencia de un fenómeno de El Niño se traduce en una reducción cercana al 5 % en el rendimiento agrícola, y los cultivos más afectados históricamente han sido el fique, hortalizas, yuca, la palma africana, la cebada, arroz y papa. En el café los efectos no han sido tan importantes.
Según el Emisor, entre 1960 y 2005 la inflación promedio en años sin fenómeno de El Niño fue de 15 %, mientras que en los años con presencia de El Niño esta fue de 19,5 %. Igualmente, la variación anual en los precios de los alimentos fue inferior en los años sin El Niño (15 %), frente a aquellos cuando sí lo hubo (21 %). En el caso de la leche, históricamente la producción ha caído un 4,9 %.
El país debe entender que monitorear las lluvias no es un mito. Predecir su comportamiento tampoco. La falta de compromiso de cada sector en el cálculo de los efectos de la sequía ha hecho que la incertidumbre de los efectos en cada uno de ellos sea cada vez mayor.
La variabilidad del clima sobre los ecosistemas y el incremento de la deforestación y degradación de los colombianos sobre el territorio hace más difícil la predicción de pérdidas económicas. Por eso el recorte presupuestal de inversión en la cartera ambiental para investigación y conocimiento fue fatal para un país que quiere crecer.
El mito de que un Niño débil no hace daño es falso. El hecho de clasificar al fenómeno como débil no significa que sus impactos sean menores. Lo vimos a comienzos de este año que sin la presencia de El Niño, las regiones de la Orinoquia, Andina y Caribe se secaron.
Otro mito es creer que los efectos económicos sobre los alimentos o la energía son transitorios. Los efectos sobre los suelos, ríos y embalses son acumulativos. Sería muy bueno que el Banco de la República o Planeación Nacional nos digan las pérdidas económicas que el país ha tenido en los últimos 20 años por no haber adaptado la economía a esta realidad.
Un Plan Nacional de Desarrollo no se construye con mitos sino con realidades que están pasando y pasarán. El crecimiento de nuestra economía debe ser sostenible, con mitos arrasados por la información y conocimiento real de sus regiones, que le permita construir las bases sólidas para el futuro de sus pueblos, no para la inmediatez de sus acciones.