Columnistas

SIN QUERER
DECIR ADIÓS

25 de abril de 2021

Tengo una canción pegada de mis labios, de mi corazón y de todo mi ser: “Hoy me despierto con el alma hecha pedazos / Hoy me despido sin querer decir adiós / Vete despacio para no sentir tus pasos / Vete en silencio para no escuchar tu voz / No te niego que siento miedo / Enfrentarme a la vida sin ti / No sé ni a dónde irás / Pero entiendo que tendrás que partir / Y ahora que te vas / Recuerda que el amor espera / Y aunque no vuelvas más / Prometo no olvidarme de ti / Cómo olvidarme de ti / (...) Sé que te está faltando el aire / Y en minutos te me vas (...) Sé que es tu último suspiro / Ya que mañana no estarás / No sé ni a donde irás / Pero entiendo que tendrás que partir...”.

Se llama Ahora que te vas. Y traerla es mi manera de honrar a quienes han muerto en una cama de hospital, intubados, lejos de los suyos, sin poder decir adiós a los amores de su vida, sin poder hablar de sus miedos, sus angustias y sus dolores. Sin tiempo para pedir un perdón que lo atormenta, aunque tal vez perdonando a alguien en silencio. Sin poder ver la esperanza en los ojos de sus seres más queridos.

“Hoy me despierto con el alma hecha pedazos”. Con un puño apretando el corazón. Con una impotencia que me desgarra por dentro. Con una angustia que aumenta con las horas. Con un miedo imposible de que llegue la noticia de un nuevo contagiado, cada vez más cercano. Con un abrazo contenido y un “lo siento” que quisiera decirles a todas las personas que por estos días piden oraciones o buena energía, dependiendo de sus creencias, para que su enfermo sobreviva.

“Sé que te está faltando el aire y en minutos te me vas”. No sé qué hacer con este nudo en la garganta, con esta orfandad que siento como mía en cada obituario, en cada nombre que aumenta las cifras de los que han sido vencidos, jóvenes o viejos, que han dejado este mundo a pesar de los cuidados de un equipo médico que dio todo de sí para salvarlos, a quienes nunca acabaremos de agradecerles su dedicación y compromiso sin pausa.

“No sé ni a donde irás, pero entiendo que tendrás que partir”. Quedan los sueños en obra gris y las conversaciones en punta para siempre; ahora sobra un puesto en la mesa y esa nada indescifrable, profunda y sin respuestas que nos deja la muerte cada vez que aparece.

“Recuerda que el amor espera”. Y se transforma. Porque, a pesar de los pesares, el tiempo hace lo suyo, hasta que un día el dolor no duele, la sonrisa vuelve y el vacío se llena de recuerdos: lo que lloramos, lo que bailamos, lo que aprendimos, lo que ganamos con aquel que se fue sin querer ni poder decir adiós. Y siempre será posible volver a verlo. Puede ser en forma de estrella en una noche clara