Columnistas

SOBRE EL DIA DE LA SHOÁ (HOLOCAUSTO)

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28 de enero de 2017

Estación Trenes Rigurosamente Vigilados (tomando el título de la novela de Bohumil Hrabal), desde la que se creó una cartografía del horror, la discriminación absoluta y la creación de la palabra genocidio, término que desbordó las concepciones del derecho y la justicia, pues no hubo pena que estuviera a la altura del crimen y el criminal, y entonces los juicios y los jueces asumieron la irrealidad real sin que ningún código dijera cuál era el castigo: ¿cómo juzgar lo que superaba la idea de mal? Y en esos trenes rigurosamente vigilados que fueron siempre al este y que en la novela del escritor checo son especie de absurdo (un divertimento macabro), miles de personas (los más judíos) fueron almacenados en vagones y llevados durante días a lo que Primo Levi llamó el universo concentracionario, ese infierno creado por la razón (la mayoría de los jerarcas nazis eran hombres ilustrados) aplicada a la intolerancia, los prejuicios, las técnicas de matar y el trabajo esclavo hasta morir.

Annette Wieviorka, en su libro 1945, como el mundo descubrió el horror, hace un recuento de lo que el periodista Meyer Levin y el fotógrafo Eric Schwab descubrieron cuando vieron las primeras víctimas de los campos de concentración, esos hombres, mujeres y niños, que habían sobrevivido al infierno programado, en el que cada preso útil para el trabajo o el experimento médico debía rentar lo suficiente para vivir tres o cuatro meses, dejando utilidades para empresas como la I.G. Farben y otras, que se valieron de los etiquetados (como sub-humanos) para sus desarrollos industriales y de guerra. Y esas víctimas, que eran casi espantos entre los muchos cadáveres que se pudrían a su alrededor, amontonados en el piso y en fosas comunes, dieron testimonio estar vivos entre los que querían verlos muertos.

El universo concentracionario, que llevó a Primo Levi a escribir libros como Si esto es un hombre, la Tregua y Los Hundidos y los salvados, se amplió con lo que los ejércitos aliados siguieron descubriendo a medida que avanzaban hacia Berlín. Un campo conducía a otro peor, hasta configurar la palabra Auschwitz (campo de exterminio y terror descubierto por los rusos), que es el símbolo de la mayor degradación a la que puede llegar la humanidad. En KL (koncentration Lager), el historiador alemán Nikolaus Wachsman, hace un inventario del horror, de victimarios delirantes y víctimas torturadas al extremo (la muerte era un salvarse), en un extenso libro que, ya con los archivos liberados, da cuenta de lo que se sabía, pero se guardó silencio, y de las víctimas que sobrevivieron y rompieron ese silencio, mirando.

Acotación: Claude Lanzmann, en el documental Shoá (destrucción), en una proyección de diez horas, pregunta a otros por qué no hicieron nada cuando veían pasar los trenes. Por qué no denunciaron, por qué cerraron sus oídos a los que pedían agua, por qué miraron a lo lejos y borraron del paisaje los alambrados que veían. Y la conclusión es una: lo peor que le pasa a la víctima es silenciarla y silenciarnos.