Columnistas

SOBRE EL GOL

30 de julio de 2016

Estación Cancha, palabra inca que significa cercado, vallado, terreno rodeado por piedras colocadas una encima de otra, y en nuestro medio campo de juego o especie de sustantivo adjetivo que se le endilga a quien tiene mucha experiencia. Y en este espacio caben jugadores, gente de pantalón corto con un pito en la boca, los que hacen la gambeta y el escorpión, los cobradores de tiros libres y muchos que son garetas como Garrincha. Y sigue el desfile en el que están los que no paran de segregar adrenalina, los aguateros, los directores técnicos que pierden el pelo y algunos gramos de barriga, los porteros que se descolocan en un tiro de penalti, los cobradores de tiros de esquina, los líberos (de los que ya se habla poco), los que gritan y mueven banderas, los que se pasan noventa minutos al borde del infarto, los pintados a dos colores, los de cara desencajada, los barras bravas que comen hasta papel, los locutores que gritan y se contradicen, en fin, en la cancha está la pasión y en ella el gol y el casi morir.

El fútbol, juego que trajeron a América los marineros ingleses (lo jugaban en el puerto mientras cargaban los barcos), se jugó primero en los barrios pobres (en las calles y potreros) y al fin acabó en los grandes estadios de las ciudades y en los pequeños de las unidades deportivas, creando una industria cada vez más amplia en la que aparecieron fábricas de balones y guayos, camisetas, pantalonetas, medias, guantes y suéteres para porteros, banderas, pinturas para la cara, cojines para sentarse en las gradas, libros sobre jugadores y equipos, cremas y alcoholes, cachuchas y a la vez oficios como árbitros, quinesiólogos, entrenadores, masajistas, locutores, vendedores y recibidores de boletas, limpiadores de canchas, revendedores de boletería, infiltrados y especialistas en jugadas y tiros de gol, etc.

Y en ese juego deportivo y económico, en el que se crían jugadores y se venden otros en un juego enloquecido de oferta y demanda en ambiente de bolsa, aparecen los apostadores y los compradores de equipos, los millonarios jóvenes y hasta grandes evasores de impuestos (el caso Messi), todos casi perdonados (excepto los corruptos de la Fifa) en nombre de un espectáculo con fisuras extrañas, como se lee en Fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano y en El puntero izquierdo de Mario Benedetti, pues en esto del fútbol, que tiene su esencia en el gol, los intereses son muchos y en ellos juegan bien los gobiernos, que saben que si el país está mal la gente lo olvida si hay un partido tras otro, que un jugador mueve masas y todo como si nada, como en el caso Maradona y la dictadura de Rafael Videla en Argentina.

Acotación: La Unesco declaró el fútbol como patrimonio de la humanidad y esto está bien. En el buen fútbol, como decía Albert Camus, la ética tiene un buen representante. Pero, en lo que era un mero juego para divertirse, hoy los movimientos son muchos. El sistema lo sabe: un ciudadano frente a un televisor o en la cancha desahoga lo que el Estado debiera darle. Y sí, solo un gol y lo demás no importa..